jueves, 26 de mayo de 2011

El fin del mundo no deja de ser cojonudo en el planeta Clinden


En Clinden, séptimo planeta del sistema Cremen (siempre y cuando se empiece a contar por la izquierda en la ilustración que lleva la Larousse Intergaláctica; si se empieza por la derecha es el cuarto) ya nadie espera que el problema se solucione. Simplemente esperan el final. El final de su triste caminar elíptico por el universo. 

Alguien debería haberlo descubierto antes. O, quizás, daba igual. Sabiéndolo seguro que hubiésemos seguido consumiéndolos sin importarnos las consecuencias. Pero lo cierto es que ahora sabemos que los espárragos que crecían en Clinden eran los que mantenían el equilibro gravitacional que impedía que el planeta se precipitase contra su sol. No me pregunten cómo. No lo sé. Lo que sí sé es que a todo el mundo en este universo conocido le encantan los espárragos de Clinden, y que ya no queda ni uno. Y no es de extrañar porque, qué demonios, los espárragos de Clinden son cojonudos. Y eso, señores, les ha llevado a la destrucción. Al fin. Al ser, y no ser.

¡Sí, joder, va a ser un gran fin del mundo en Clinden! Un fin del mundo cojonudo. Digno de ser visto en directo por el canal H36, todo armagedones. Mucho mejor que el que echaron la semana pasada, el de ese pequeño planeta azul al que un asteroide dejó sin vida en menos de lo que canta una de las tres cabezas de un gallo gigante de Orión.

La Piedra, me parece que lo llamaban los nativos. 


miércoles, 18 de mayo de 2011

Rollin'Stone

Reunió todos sus discos de backup e hizo una fogata con ellos en el jardín. Mientras observaba como el martillo de Dios se acercaba llameante desde el cielo, pinchó una salchicha en un palo y la puso sobre el fuego. Y comenzó a cantar una de los Stones. Esa de la que nunca conseguía recordar el título.