jueves, 15 de noviembre de 2012

Desaparecidos


Tras una ausencia prolongada, de motu proprio, o motu proprio, había empezado a coger el ritmo en este blog. Pero nuevamente perdí el compás, y llegó el silencio. 

Aunque, en mi defensa diré que esta última ausencia ha sido obligada por unas circunstancias que, difícilmente, servirán de excusa a unos lectores que ya hace tiempo me etiquetaron, no diré yo que erróneamente, como un tipo impresentable.

John Lurie, ese tío tan cool
Impresentable o no, he sido raptado, torturado, y privadamente humillado (nada sexual, que quede claro) por John Lurie.

Esa es la razón de mi ausencia.


John Lurie, para el que no lo sepa o intuya, está como una puta cabra. Aunque no es excusa para raptar a un tipo como yo, por muy impresentable que sea.

Lurie me acusa de la muerte de Marvin Pontiac. Dice que yo era el conductor del autobús que le atropelló.


De nada ha servido que le expusiese que cuando Pontiac murió yo no era más que un imberbe en pantalón corto que tenía como hobby coleccionar los cromos de la recientemente estrenada  Guerra de las Galaxias, y no conducir autobuses por las calles de Detroit atropellando músicos negros. 

O que en aquella época, finales de los 70, los precios de los vuelos a USA fuesen tan prohibitivos para una familia de la periferia de Madrid que, puestos atropellar, nada mejor que coger el 124 de tu padre e ir a atropellar conejos a la carretera de los pantanos. 

O, qué demonios, que él, el propio John Lurie que allí me tenía atado a una silla acusándome de la muerte de Marvin Pontiac, fuese también Marvin Pontiac, su alter ego.


Y es que cuando uno es abrazado por la locura, esa dama de pechos generosos y caderas sinuosas que te silba al pasar, pierde la cabeza y con ella la razón. Y nada le convence. Nada le para.

Y a Lurie además de abrazarle, la locura se lo debía haber follado de mil maneras posibles, porque nunca había visto nadie tan loco.


Marvin Pontiac, posiblemente con
las bragas de su abuela en la cabeza

Los tres primeros golpes en el estómago son los más dolorosos. Luego ya, con las costillas rotas, todo se suaviza. Aparte que llega un momento en el que todo te da igual, y reconoces que tú mataste a Pontiac, al Presidente Kennedy, a Laura Palmer , o a su puta madre.

Con tal de que te desaten, y te dejen ir a ver el próximo capítulo de Walking Dead, confiesas la autoría de hasta el más horrendo de los crímenes, como es comprar un Miró, por ejemplo. Aunque sea por cuatro duros.

Pero a Lurie no le bastaba con que reconociese que yo maté a Pontiac; quería saber, además, el motivo de acto tan vil y cobarde. Y ninguna de las razones que le daba le servía.



- ¿Porque sus letras eran pura blasfemia?

- ¡No!

- ¿Porque desafinaba?

- ¡Los cojones desafinaba!

- ¿Porque el mundo me ha hecho así?

- ¡Por favor… eso es tan típico!

- ¿Pero sí?

- ¡NO!

- ¡Por el amor de Dios, dime qué tengo que decir, y lo digo!

- Bien sabes tú lo que tienes que decir, hijo de puta.

- Qué no, coño.


Puñetazo en las costillas.

Este si dolió.


Ettore Majorana, que tiene nombre de japo
pero es más italiano que la pizza.
Gracias a Dios, y ya termino, hasta el más profesional de los raptores necesita ir al baño, así que en una de sus visitas a tan indigno lugar pude ser rescatado por dos tipos que aparecieron en una esquina de mi celda, entre luces cegadoras, ruidos ensordecedores, y olores nosecómodefinirlos pero que, nuevamente gracias a Dios, no eran del tipo ‘aquí huele a azufre’. Eran el prestigioso físico italiano Ettore Majorana, y el no menos ínclito Doctor Emmett Brown, el de Regreso al Futuro.

- ¿Pero tú no estabas muerto?

- No, me puse un chaleco antibalas, porque al final reconstruí la carta que me dejó Marty  McFly y…

- Tú no, coño, el italiano.

- Bene, la veritá es que sono morto, e no lo sono al mismo tempo (disculpen su italiano, pero esto es un blog de bajo presupuesto)

- Bueno, que da igual, ¿dónde está el DeLorean?

- ¿Ma qué cosa?

- … con celo, sabes, pegué los doscientos cincuenta y cuatro trocitos con celo y supe que…

- Joder, que pesao con la cartita… ¿el DeLorean?… ya saben… ¿el coche?

- ¿automobile?...No, no, hemos venido en moto.

- ¿En moto ajena?

- No, en motu propria.



¿Entienden ahora, mis queridos lectores, lo qué quiero decir?