jueves, 19 de abril de 2012
El menor espectáculo del mundo
Me encendí un cigarrillo mientras pensaba cómo demonios había llegado hasta allí.
- No creo que yo sea el más adecuado para este trabajo. Usted lo que necesita es un detective, no un entomólogo.
- Lo que yo necesito es asunto mío. Usted haga su trabajo. Cobre. Y desaparezca.
Acepté, por eso estaba allí, sentado en un chesterfield, frente a una casita de muñecas. Esperando.
La dueña de la casa me ofreció un café.
- Mi marido también fuma, ¿sabe? No lo soporto.
-¿No soporta a su marido, o no soporta que fume? Con dos de azúcar, por favor.
Y entonces el perro entró en el salón, y se tumbó junto a la casita. De su lomo saltaron dos pulgas que, comiéndose a besos, se perdieron por la puertecita de aquel juguete de niña rica.
Las sospechas del dueño del circo eran fundadas, y yo acababa de ganar quinientos dólares.
martes, 10 de abril de 2012
Suscribirse a:
Entradas (Atom)