Finalmente los japos estaban ahí, vigilantes, y han decidido que lo mejor para evitar el cruel ataque de los dinamiteros era desmantelarme y llevarme a otro río, uno de tranquilas aguas verdes.
Ahora mismo estoy en proceso de desmantelamiento. Numerando todas las piezas. La uno, la dos, la dos B, le pongo una A a la dos, la tres... Perdonad un momento.
Eh, eh, eh... cuidado con esa ménsula, que era de mi abuelo... ¡coño!
¿Por dónde iba?...
El viernes fue mi último día sobre el río Kwai. Después de tanto tiempo mis pilares estaban ya oxidados, y mis barandas habían perdido el lustre. Y, aunque necesitaba un cambio como agua de mayo, lo cierto es que me ha dado pena abandonar ese río. Por los pescadores, más que nada.
Una pescadora, de hermosos ojos verdes tomatera, me hizo un regalo antes de irme. Es un regalo con multitud de cosas, entre ellas un bolsillo guarda recuedos. Así lo pone en la etiqueta, con bolsillo guarda recuerdos. ¿No les parece hermoso?.
En la foto el Capilano Suspensión Bridge, un colega de Vancouver. Buen tío, pero un poco colgao.