viernes, 29 de diciembre de 2006

Hay un perro rojo en mi nevera

Si Bukowski tiene un pájaro azul en su corazón, ¿por qué no puedo tener yo un perro rojo en mi nevera?.

Hay un perro rojo en mi nevera.

Está vestido con un traje de Armani e intenta venderme humo.

"El humo es bueno, lo necesitas" me dice. Pero yo lo que quiero es un yogurt. Para eso he abierto la nevera, para comerme un yogurt. Yo no quiero humo.

"Tú no quieres un yogurt, tú quieres humo" me dice, y cuando intento coger el yogurt me ladra y me enseña los dientes desde su traje de Armani.

Cierro la puerta asustado pero entonces pienso "que cojones, yo he venido por un yogurt, un yogurt es lo que quiero y un yogurt es lo que me llevaré".

Y abro la nevera, y el perro sigue ahí, pero ahora hay más perros con él. Son más pequeños y también van vestidos con trajes, pero el traje les queda como el culo. No son de Armani.

"El humo es bueno, lo necesitas" me dice el perro rojo. Y todos los demás perros me lo repiten a coro.

El humo es bueno.

El humo es bueno.

El humo es bueno.

"Yo no quiero humo. El humo no sirve para nada. Yo quiero un yogurt" .

El humo es bueno.

El humo es bueno.

Y cuando voy a coger el yogur todos me ladran y me enseñan los dientes.

Cierro la nevera y pienso: "hijos de puta".

Y abro la nevera de nuevo, y ahora son cientos de perros, cientos de trajes, cientos de voces que me quieren vender humo. Y el perro vestido de Armani lleva una medalla enganchada en la solapa. Ya no dice nada, sólo le saca brillo a su medalla mientras todos los demás perros me gritan.

El humo es bueno.

El humo es bueno.

El humo es bueno.

Y cojo mi yogurt y a una señal del perro rojo todos me ladran y me enseñan los dientes pero yo les grito "¡Silencio!", con todas mis fuerzas, y les enseño los dientes. "¡Silencio!... ¡Meteros el humo por el culo!"... y ellos se esconden detrás del perro rojo.

"Deja ese yogurt y coje el humo. Es lo que necesitas." Me dice el perro rojo vestido de Armani.

El humo es bueno.

El humo es bueno.

El humo es...

"¡Silencio, coño!". Y, tras coger mi yogurt, cierro la nevera para siempre.



29 de diciembre de 2006. El año se acaba; Bukowski confiesa que, a pesar de todo, tiene un pájaro azul en su corazón; hay un perro rojo en mi nevera, no me gustan los yogures de coco; tengo una entrada para el concierto de Fito&Fitipaldis de esta noche en el Palacio de los Deportes de Madrid; no hay mensaje en mi botella; y soy un náufrago en una palangana.



jueves, 28 de diciembre de 2006

¡Consumid, malditos, consumid!

En el relato de Juan José Millás “El hombre hueco”, perteneciente al libro de relatos “Ella imagina”, Vicente Holgado, nexo de unión de todos los relatos que forman el mencionado libro, aunque este Vicente Holgado que protagoniza todos los relatos nunca sea el mismo Vicente Holgado, se da cuenta un día al fracturarse una pierna haciendo ejercicio en una bicicleta estática (con dos cojones) que está hueco por dentro, hasta el punto de que si se introduce huesos de aceitunas por la oreja estos caen rodando hasta la punta de sus pies.

En estos días navideños yo me siento como Vicente Holgado. Me siento hueco. Pero en lugar de llenar mi vacío con huesos de aceitunas lo lleno con polvorones, turrón, mazapanes, almendras garrapiñadas, y con el humo de mis cigarros, que es igual de estúpido que llenarlo de huesos de aceitunas, pero menos surrealista.

Maldita sea la Navidad, época de ilusiones perdidas, de nostalgias encontradas, de sueños rotos como la pierna de Vicente Holgado.

Maldita seas por recordarme a todas horas que soy un náufrago en una palangana.




jueves, 21 de diciembre de 2006

Próxima estación: Desesperanza


Últimamente estoy de un agradable con los extraños que no hay quien me aguante. Cajeras, dependientes, peatones, taxistas, taquilleras, el conductor del autobús, el hijoputa que se me cuela en la cola del cine. Lo de hijoputa lo digo con cariño, que conste. Todos reciben de mi una sonrisa, unas palabras agradables, trato educado.


Con los conocidos no estoy siendo tan generoso en sonrisas. Los amigos, la familia, los compañeros del trabajo, la vecina del primero que está como un tren... No, con los seres queridos en general no estoy muy agradable, la verdad, pero es que esos ya tienen mi cariño y mi respeto, no necesitan que se lo vaya demostrando a cada momento.


Desde aquí les pido disculpas a todos.


En las grandes ciudades, y cada vez más en las pequeñas, se está perdiendo el contacto entre desconocidos. Al menos esa es mi experiencia, tal vez intoxicada por el hecho de que no soy un animal muy social. Es muy raro que en una urbe dos desconocidos se pongan a charlar por el mero hecho de ser amables, de mantener una conversación agradable, por amor al arte (excluyamos de este planteamiento esas conversaciones que tienen como fin saciar nuestras necesidades sexuales, esas conversaciones que no se inician por amor al arte, esas que tienen como único fin terminar la noche amando y, si se está inspirado, con arte); y mucho más raro es que se dé en el metro, territorio comanche en el que cada uno es enemigo del desconocido de al lado. Y ya que ocurra en el metro en hora punta, cuando cada uno cava en ese metafórico territorio comanche una profunda trinchera de 20x20 centímetros de la que no le mueve ni Dios, ni con palabras amables, ni con una toledana dura y afilada, ni con la madre que te parió metete el puto codo por el culo. Que ocurra en el metro en hora punta, digo, es prácticamente imposible.

Pero ayer ocurrió. Mi amabilidad tuvo sus frutos. Dulces y sabrosos frutos. Una desconocida se me apareció ante mí en forma de ángel de palabras para regalarme una conversación amena e instructiva en el metro. ¡Y en hora punta!. Y sólo porque le ayude con su maleta que dicho sea de paso, y no estoy exagerando, era más grande que ella. La pobre, una vez consiguió entrar en esa caja de muertos que es un vagón de metro se encontró atrapada entre la puerta del vagón y mil millones de madrileños encabronados por su mala suerte, y por su puta vida, que les obliga a madrugar para ganarse el pan y a viajar como borregos en un medio de transporte tan agresivo como deprimente. La pobre era una piedra en el camino que todo el mundo quería quitarse de encima de una patada. Y allí estaba yo, para moverla la maleta cada vez que se abrían las puertas y las hordas bárbaras entraban y salían a lomos de elefantes desquiciados por el dolor de las caries de sus colmillos. Allí estaba yo para buscarla un sitio más seguro cuando uno de esos soldados con cara de perro abandonaba su trinchera. Allí estaba yo para cogerla un asiento con vistas al mar cuando el vagón quedó medio vacío en una de esas estaciones en las que alguien grita marica el último y todo el mundo abandona el barco, las ratas primero.


Y conseguimos sentarnos juntos, y entonces ocurrió el milagro, hablamos largo y tendido durante una docena de estaciones, y ella me contó que estaba de paso en la ciudad, que venía de Berlín camino de su Badajoz del alma donde iba a pasar las Navidades con sus seres queridos a los que ella sí sonríe y demuestra su cariño a todas horas no como otros bordes desagradecidos (esto es cosecha propia, auto-flagelación); y que en Berlín el metro no es un puto caos (lo de puto también es cosecha mía, ella sí hablaba como las personas educadas); y que allí no hay perros callejeros porque si tienes un perro te subvencionan con 150 euros, y que si eres madre y estudiante a la vez te dan 1500 euros mensuales los tres primeros años (tanto ella como yo deducimos que casi con toda seguridad en Berlín terminará habiendo muchos más niños que perros). Y me contó que vive en el Berlín Oeste en una habitación de 32 metros cuadrados por 200 euros al mes; y que allí no hay delincuencia; y que a los vagabundos también les dan una ayuda mensual.


Y aunque en su boca todo eran maravillas hacia la ciudad que recientemente le había adoptado noté que en sus ojos todo era dicha por regresar a casa, al hogar, a ese hogar que siempre te acompaña en el corazón, con sus defectos, sus miserias y sus penurias. Y así quise decírselo pero entonces me di cuenta de que el metro había parado en mi estación y que tenía que salir de allí para seguir con mi mala suerte y con mi puta vida, y me levante al grito de "es mi estación" y ella me dijo encantado de conocerte, y yo sólo tuve tiempo de decirle, en un alarde de imaginación, "que te vaya bien"... nada más... no pude despedirme de ella... ni un "ha sido un placer"... ni un "gracias por sacarme de la triste rutina de lectura de diarios gratuitos de todos los días"... nada...


Ni siquiera pude confesarle que soy un náufrago en una palangana.


C.A.


PD: Sí, lo sé, si esta historia hubiese terminado con los protas follando como locos en un vagón vació hubise sido más interesante, pero entonces todo lo que he contado no hubiese sido más que una gran y desesperada mentira.

domingo, 17 de diciembre de 2006

Que si la abuela fuma.


Normalmente cuando la gente se emborracha es cuando queda en evidencia. El alcohol y la mentira son malos compañeros, así que la gente cuando bebe se convierte en paladines de la verdad. Aunque en honor a la mentada hay que decir que generalmente defienden su verdad, que no tiene porque ser la de todos. La consecuente e inevitable resaca posterior es más compañera del silencio que de la verdad o la mentira.

Pero en mi caso, y siempre teniendo en cuenta que yo soy más raro que un perro verde, yo cuando quedo en evidencia es cuando tengo resaca. Y no es que cuando esté borracho no diga la verdad. Yo siempre digo la verdad, cuando litros de alcohol corren por mis venas, mujer, y cuando no corre ni uno sólo también, hombre. Pero es que cuando estoy con resaca me da por quedarme con el culo al aire delante de todo el mundo. Que le vamos a hacer.

Hoy estoy con resaca así que he decidido que voy a dejarme en evidencia y demostrar que, como de tantas otras cosas, de poesía no tengo ni puta idea.

Cantar del que si la abuela fuma
(basado en hechos reales).

Érase una vez, érase que se era,
En este planeta de locos, en esta alocada esfera
Un terrícola no fumeta, que quiere decir que no fuma
Decidió que era el momento de hacer de dos vidas una,
Y casarse con su amada,
Y ella dijo que sí,
Supongo que iría fumada.

¿Quieres a este fumeta por esposo? - preguntó el casamentero
Sí, claro, - dijo la novia - yo soy su pera y él es mi pero.
No, cariño - objetó el novio - tienes que decir "sí, quiero".

Sí, eso.

¿¡Me has llamado sieso? - dijo indignado el no fumeta
Que no – respondió ella - que tú lo flipas, que tú te has fumado un peta
¿¡Me has llamado sieso? - repitió él con roja de ira la jeta

Pues mira, ahora que lo dices sí, sieso.

Pero... mi vida, esto que me dices es duro, muy duro,
No te das cuenta que entre nuestro amor levantas un muro.
Por Dios, que desilusión, que corte, ¡qué apuro!.

Lo que no puede ser, le dijo ella, es que mi abuela venga desde Bruselas
Y que por mantener tus principios y tus manías varias
La pobre no pueda celebrar nuestro enlace fumándose un farias
¡Joder, qué viene de muy lejos, que el viaje vale unas pelas!.

¡En mi boda no se fuma!
Joder, cariño, que son nuestros invitados
¡Ni un ducados, ni un fortuna!.
Pero es que no les ves la cara mosqueados.

¡NO SE FUMA Y NO SE FUMA!
¡Y lo de cambiar la música de la marcha nupcial!
¿¡Qué pasa, qué no te gusta El Puma!?
No jodas, macho... ¿pavo real, pavo real?.

¡Queremos fumar, queremos fumar! - gritaron los invitados
He dicho que no se fuma, ¿o es qué no os dais por enterados?.
Y quita esa música ratonera - gritaron los comensales.
¿Qué pasa, tenéis algo en contra de los pavos reales?.

Y colorín colorado
Este cuento se ha acabado
Que ya lo que faltaba, la Tuna.
Me voy fuera, ¿quién más fuma?.

Y en este blog se fuma, porque a mí me da la gana
Soy un náufrago en una palangana.

jueves, 14 de diciembre de 2006

La extraña y sorprendente vida del hijo de Robinson Crusoe

No tiene que ser fácil ser el hijo de Bob Dylan, dedicarse a la música, y no morir en el intento. Pero Jakob Dylan lo ha hecho. Y tengo que reconocer que no lo hace mal. Los Wallflowers, que es el grupo que él lidera, suenan bien.

Y tampoco tiene que ser fácil ser el hijo de Robinson Crusoe, dedicarse al naufragio, y no morir en el intento.

No, yo no soy el hijo de Robinson Crusoe, el más grande náufrago que ha existido a ambos lados de la línea del ecuador, y es mejor así. No me puedo imaginar lo dura que hubiese sido mi infancia si hubiese sido su hijo.

- ¿Mamá, cuándo va a venir papá a casa?.
- Pues hijo, se fue ayer a trabajar de náufrago así que hasta dentro de veintiocho años no vuelve.
- Joder, me había prometido llevarme al Burguer King cuando volviese del trabajo....
- ¡Ni Burguer King ni leches, cómete las lentejas!.

Que no entiendo por qué Daniel Defoe tuvo a su Robinson veintiocho años en una isla si Alexander Selkirk, que es el náufrago real en el que Defoe basó su novela, sólo estuvo cinco años perdido en una isla del Pacífico. La crueldad del escritor, supongo, que se cree con patente de corso para hacerle a sus personajes todas las putadas que le vengan en gana sólo por el intrascendente hecho de que los ha creado él.

¡Malditos escritores malditos!.

Volviendo con el hijo de Crusoe, creo no equivocarme si afirmo que lo del Burguer King es lo de menos, después de todo no es más que comida, y por otro lado las lentejas con un buen chorro de vinagre no están tan malas, lo peor sería la humillación pública a la que me vería sometido todos los años cuando el primer día de colegio la seño nos preguntase, entre otras cosas, que yo nunca he entendido ese afán de los maestros de hacer y hacer y hacer preguntas a todas horas, a que se dedican nuestros padres.

- Mi padre es policía.
- El mío bombero.
- El mío es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.
- El mío funcionario.
- El mío es náufrago.
- ¡Tu padre es un muerto de hambre!.
- ¡Tu puta madre!.
- ¡Y un perdido!.
- Que cabrón.

No, por nada del mundo me hubiese gustado ser hijo de Robinsón Crusoe.

Además, si yo fuese el hijo de tan insigne náufrago y tuviese que seguir los pasos de mi padre seguro que al nativo que me encontrase en mi isla le llamaría lunes, porque yo soy así de gilipollas, y me tendría que pasar veintiocho años pegado a un lunes, y no a un viernes como mi padre. Que digo yo, ¿dónde iría Robinson Crusoe con Viernes un sábado por la noche?. ¿Nunca se lo han preguntado?. Yo sí, y Ian Whitcomb también. De gente rara está el mundo lleno.

Por cierto, y ya con esto termino y les dejo tranquilos, el título completo de la novela Defoe era "La vida y las extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe, marinero de York" que trasladado a un dominio de internet como blog de esta comunidad sería :
perdonen, necesito una pausa para tomar aire...
Que es, con diferencia, mucho más largo que el mío.

Pero como no existe dicho blog seguiré teniendo, pese a quien le pese, el dominio más largo del mundo y seguiré siendo, muy a mi pesar, un náufrago en una palangana.

Ian Whitcomb preguntándose dónde iba Robinson
Crusoe con Viernes un sábado por la noche.



domingo, 10 de diciembre de 2006

El séptimo día

Domingo. Los domingos son un castigo de Dios. Por nuestros pecados, y eso teniendo en cuenta que cuando Dios creó el domingo, al que inicialmente en un alarde de imaginación llamó el séptimo día, todavía no habíamos pecado. Pero eso es lo de menos. El hombre estaba predestinado a pecar, al igual que Dios estaba predestinado a no acertar nunca quince en la quiniela. Tal vez por eso los domingos son tan jodidos, por nuestros pecados y porque Dios decidió pagar con nosotros su falta de acierto con las quinielas.


Me pregunto que haría Dios si en algún momento de su eternidad acertase una de quince. ¿Mandaría este mundo a tomar por culo y se compraría otro?. ¿Se gastaría todo el premio en cuponazos?. ¿Le compraría a Justo todo el material necesario para terminar su catedral de cartón piedra y contrataría a todos los inmigrantes que actualmente están trabajando en las obras de la M-30 para que le ayudasen a Justo a hacer realidad su locura?. No lo sé, pero si optase por la última opción la terminaban en dos días.


El domingo, el día del descanso, es agotador. Y cuando parece que has sobrevivido al domingo llega y empieza el lunes. Me pregunto por qué Dios puso juntos al domingo y al lunes. Es inhumano. Como no podía ser de otra manera viniendo de un Dios.


Pero eso es otra historia que merece ser contada otro día, tal vez mañana, que es lunes.



Hoy es domingo y yo soy un náufrago en una palangana.


Justo Domínguez tras ser preguntado por Montse sobre la
polémica creada en relación con el dominio de este blog.
"¿Es el más largo del mundo, Don Justo?"





jueves, 7 de diciembre de 2006

Dadme un dominio y dominaré el mundo

Dicen mis asesores que hay un problema con el blog.

- ¿Qué problema? – les pregunto yo indiferente.

- El dominio.

- ¿Dominio... qué es el dominio?.

- La dirección.

- ¿La dirección?.

- Sí, el diariodeunnaufragoenunapalangana.blogspot.com.

- ¿Y cuál es el problema exactamente?.

- El problema está en la parte que dice
"diarideunnaufragoenunapalangana".
Es demasiado largo.

- ¿Cómo de largo?.

- Pues... es posible que sea el dominio más largo que exista por estas latitudes.

- Perfecto.

- ¿Perfecto?.

- Sí, perfecto.

Y es que yo no soy un capitán de un barco inglés que en cada puerto tiene una mujer... soy un náufrago en una palangana.

martes, 5 de diciembre de 2006

Presentación




Según mandan los cánones se debe comenzar un nuevo blog con una presentación así que, ni corto ni perezoso, me he sentado delante de mi PC, he abierto el PowerPoint, y me he puesto a hacer una presentación, aunque ya me han apuntado mis asesores que no es este el tipo de presentación a la que se refieren los cánones. Pero bueno, los asesores, al igual que los cánones, están ahí para ser ignorados. ¿No?.

A los diez minutos de comenzar mi powerpresentación ya había ensalzado la amistad once veces, había hablado de lo bonito que es el amor en quince ocasiones, y había puesto dieciséis fotos de osos amorosos, trece de bebés, treinta de cachorros de perros, y doce de paisajes idílicos, y me estaban entrando unas ganas terribles de enviárselo por correo a todos mis contactos (que son tres, y uno no me habla) acompañado de una petición, por momentos súplica, de que pensasen tres deseos y le reenviasen la presentación a todos sus contactos, finalizando la petición con el aviso, por momentos amenaza, de que si no lo hacían así mil plagas caerán sobre sus cosechas; mil tormentas azotarán sus campos; mil maldiciones desgraciarán sus vidas; y, haciendo de la crueldad un arte, les hará socios del atleti.

Es lo que tiene el PowerPoint, que vuelve gilipollas a las personas, así que he decidido presentarme con el método que utilizamos los jueves en las reuniones de Náufragos Anónimos.


"Hola, me llamo Carlos Añejo,

y soy un náufrago en una palangana"