viernes, 30 de enero de 2009

Alguien voló el nido del cuco



Tiene, en un nuevo e imperdonable error de concepto por parte de la humanidad, la simpatía de la gente; pero el pájaro cuco es un auténtico hijo de puta.

Como parásito no tiene rival. El pez rémora, el piojo, la garrapata, tu cuñado… meros aficionados frente al pájaro cuco.

No me creen, ¿verdad? ¿Qué coño estás diciendo, tío?, piensan, ¿ese frágil pajarillo, tan simpático, tan hermoso, tan cantarín, un hijo de puta? No. Imposible. No puede ser.

Muy bien, pues pongamos las cartas sobre la mesa. Veamos como se las gasta el pájaro cuco.

El pájaro cuco, que lo sepa todo el mundo, no construye su nido, utiliza los de los pájaros de otras especies. ¿Para que molestarse en deslomarse construyendo un nido si ya lo han hecho otros pringaillos antes? ¿Para que dejarse los ojos buscando ramitas? ¿Para que cargar como una mula? ¿Para que ser esclavo de una hipoteca durante los próximos treinta años?

Ni la cigarra tiene tanto morro, pajarraco.

Pero es que ni siquiera incuba sus huevos, porque los nidos ajenos que utiliza no están abandonados. Tienen dueño. Y están 100% operativos. Vamos, resumiendo, que el pájaro cuco deja sus huevos entre los huevos de otros pájaros para que éstos los incuben mientras él se toca los huevos.

Manda huevos, pajarraco.

Pero es que ahí no acaba la cosa. Cuando el huevo del pájaro cuco eclosiona y el pequeño pájaro cuco viene a este mundo, el muy hijoputa no quiere compartir el nido con el resto de los pájaros, y acaba con ellos antes incluso de que vengan a este mundo cruel lanzando los huevos fuera del nido.

Qué cruel, pajarraco.

No se vayan todavía, que aún hay más. El pájaro cuco, frío y calculador como ninguno, pone los huevos con la intención de que sus crías nazcan antes que las demás (las demás son las dueñas del nido, no lo olvidemos), para que, tras nacer, tire los huevos y se haga dueño y señor del nido. Pero si, por esas prisas que tienen algunos en venir a este mundo lleno de apetitosos gusanos y lombrices, uno de los pajarillos dueños del nido nace antes que el pájaro cuco éste, cuando nazca y vea que tiene compañía, acabará con él. Y no lo hará contratando sicarios, o haciendo que parezca un accidente. No señores, lo lanzará él mismo contra el duro suelo. Y ojito con aquel que se vaya de la lengua. Si has sido testigo de tan despiadado asesinato cuídate de contarle nada a la pasma, que de chivatos con zapatitos de cemento está el fondo del arroyo lleno.

Te mereces arder en el infierno, pajarraco.

Así se las gasta el pájaro cuco. Si no me creen vayan a la wikipedia. O a la Espasa-Calpe. O, mejor aún, lean el cuento que, en su libro Tres pájaros de cuenta, el maestro Delibes escribió sobre el pájaro cuco.







Miradle bien, tiene los ojos del diablo, el muy hijoputa...




En casa de mi abuela marcaba las horas un reloj de cuco. Y digo marcaba porque mi padre apareció el otro día con el reloj de cuco de mi abuela debajo del brazo. Y ahora el reloj de cuco marca las horas desde una de las paredes del salón de mis padres.

Esto no lo cuenta Delibes en su cuento, pero el puto pájaro cuco de mi abuela sale cada media hora. Si son las medias sale una vez. Y canta: ¡CU-CU!

Sin son las en punto sale tantas veces como la manecilla pequeña marque.

Y encima sale dando un portazo, el muy hijoputa.

El día tiene 24 medias horas, y 24 horas en puntos. Dos la 1, dos las 2, dos las 3, dos las cuatro… dos las 12.

En el salón de mis padres hay una tele y un sofá, muy cómodo. Mucho más cómodo que el mío. El salón de mis padres es un buen sitio donde descansar.

Perdón, era un buen sitio donde descansar.

El puto pájaro cuco del reloj de mi abuela nos tiene a todos desquiciados. A todos menos a mi padre, claro, que está encantado y disfruta como un enano viendo al pájaro cuco salir del interior de esa infernal máquina del tiempo. Ciento ochenta veces, sale el puto pájaro cuco a lo largo del día.

Ciento ochenta veces.

El otro día, aprovechando que mi padre había salido a comprar una escarpia más robusta sobre la que colgar el reloj, mi madre nos reunió a todos, a los hermanos Añejo al completo, en el salón, frente a un café humeante.

Tras unos interminables minutos de silencio nos miró… uno a uno… lentamente... y, justo en el momento en el que el sonido de una llave girando en una cerradura anunciaba el regreso del señor de la casa (o del nido, como ustedes prefieran), dejó de remover el azúcar en el café, y dijo:

- Alguien debería volar el nido del cuco.

Eran las cinco y media de la tarde. El pájaro cuco salió para ver su nueva y reluciente escarpia.

miércoles, 28 de enero de 2009

Oda a la negación


Hoy, poesía. Que me he enterado que la gente va diciendo por ahí que este es un blog poco profundo.

La poesía con la que hoy me desnudo ante vosotros, mostrando mi lado más profundo, la publiqué en Pandemónium, mi antiguo blog, en mayo del 2005.

Este poema gozó de cierto éxito en los círculos marginales. Llegó, incluso, a leerse en un homenaje al Torete, alegre bandolero. Dicen, aunque yo creo que tiene más de leyenda urbana que de dura realidad, que algún preso se la ha llegado a tatuar en el pecho, junto a la cara de Camarón.

Sin más dilaciones.

Oda a la negación.

No, te he dicho que no,
y te lo repito mil veces
¿Es que acaso cuanto más lo digo más te creces?


No, no, no y mil veces no.
Leeme los labios, mírame la boca,
no te hagas el loco, sabes que hoy no toca

No, no, no y mil veces no.
Te lo repito hoy, te lo repito mañana.
Y si hace falta, toda la semana

No, no, no y mil veces no.
No es por ser amigo de la negación,
es porque no quiero, es mi decisión.

No, no, que no, que no, más chutes no.


sábado, 24 de enero de 2009

Blogs de papel: crónica de una presentación anunciada


Ser escritor de éxito es agotador.

Firmar ejemplares. Recibir besos y abrazos de las lectoras. Presentación del libro para la plebe. Cenar, en un acto de confraternización sin precedentes, con los otros autores. Entrevistas para los medios de comunicación. Presentación del libro para la prensa.

Agotador.

El sábado pasado tuvimos, de las dos programadas, la primera presentación del Blogs de papel. En La Clandestina. ¿Dónde si no?.

La librería llena. De autores. De lectores. De blogueros. De cucarachas.

Qué grandes las cucarachas. Si los gusanos son la alegría de las tumbas, las cucarachas lo son de las librerías.

De los 15 autores que participan en el libro estuvimos nueve: Belén, Elena, La Inte(rrogación), Princesa de hojalata, Adr, Alfman, Estilografic, Simpulso, y un servidor. A los que nos acompañaron nuestros tres editores, los Policarbonados: Don Mariano, Don Carlos, y Doña Sara.

Hablaron, además de Don Mariano y Don Carlos, Elena y Belén, en representación de todos.

Después de la presentación, que fue todo un éxito de público y crítica, nos fuimos de cena. Los autores, los editores, y otros blogueros (Géminis Despechada, Wen, Irre, Lucia, Mgqslqwerty...). También vino Dominga, mi nativa, que nunca había cenado con gente rara, de esa que escribe en internete, y tenía curiosidad.

La cena consistió principalmente en patatas. Patatas con alitas. Patatas con bacon. Patatas con morcilla. Patatas con huevos. Patatas con salsas. Por cierto, cada día que pasa me gusta más la salsa de mostaza con miel.

Tras la cena unas birras, en un irlandes. Hablamos en español. Nos reímos en esperanto.

Y luego cada uno a su blog, y Dios en el de todos (o en el de casi todos, que hay mucho ateo por la red).

El miércoles era el día de la presentación para la prensa. Yo pensaba que no me daría tiempo a llegar a la hora, pero cuando eres un escritor de éxito las aguas se abren a tu paso, como a Moises, y llegué a tiempo.

Presentó el libro Juan Cruz, que es un tío que sabe mucho de libros, de editores, de libreros, de autores... Para todos fue un honor. Hablaron Estilografic (inolvidables los ojitos con los que le miraba su mujer desde la grada) y Simpulso.

Vinieron dos autores más, Laura con chocolate, que trajo unos bombones para practicar el canibalismo; y Olvidado, que esta vez no se olvidó de venir.

Por cierto, Olvidado, perdóname por haber manchado tu libro de vino. Es que se me subió a la cabeza.

El vino, no el libro.

Bueno, puede que el libro se me haya subido también un poquito.

También vino Marisa, la maquetadora y diseñadora del libro. Le pregunté si a ella también le gustan las maquetas de Star Wars, pero no me contestó. De hecho tras esta pregunta empezó a mirarme raro.

Y tras la presentación otra vez cada uno a su blog, y Dios otra vez en el de casi todos.

Me quedo con las ganas de conocer a los cuatro autores que no han podido pasarse por la presentación: Astra, Vitruvia, Hombre de barro, y Javier Menéndez Llamazares. Os echamos de menos.

Lo dicho, que ser escritor de éxito es agotador. Menos mal que esto pasa una vez en la vida. El éxito es lo que tiene, que es efimero.

Como el vino, por muy añejo que éste sea.


PD: Gracias a todos los que han participado en este proyecto tan especial. Y a los que se han ilusionado con él también. Y gracias a Dominga, mi nativa, por estar ahí, aguantando a un 'escritor de éxito'. Que no es fácil.



el protagonista de la noche


miércoles, 14 de enero de 2009

La grandeza del minutero


Son las 4:31 de la mañana. En realidad hoy llevan siendo las 4:31 de la mañana todo el día. Se me ha parado el reloj mientras dormía. A las 4:31 de la mañana.

Y lo curioso es que no me he dado cuenta hasta bien entrado el día.

No, no es porque yo sea un despistado crónico, que lo soy... pero no, no es por eso. Es por la grandeza del minutero. Sí, así, como suena: la grandeza del minutero.

¿Se han dado ustedes cuenta de que el minutero es más grande que la manecilla de las horas, que de pequeña que es o no tiene nombre o, si lo tiene, ni nos acordamos de cómo demonios se llama?.

Pues sí, lo es, y mucho más gordo que el segundero, que es una manecilla que de lo rápida que va un día va a perder el nombre.

El minutero es como Salma Hayek bailando en un bar atestado de putos vampiros: se lleva toda la atención.

Cuando me he despertado he mirado el reloj y me he dicho "y treinta y uno, hora de levantarse". Por cierto, hoy me he puesto el despertador a las 5:30. Odio ser un bípedo implume.

Una hora más tarde, ya duchado, afeitado, vestido, cafeinado, y todo lo demás, he mirado el reloj y me he dicho "y treinta y uno, hora de irse a trabajar".

Sí, ya lo sé, una hora para prepararme parece excesivo, pero es que a mi me gusta empezar el día con tranquilidad; porque si salgo corriendo de casa ya salgo con la sensación de que el día me tiene agarrado por los cojones, y eso es lo peor que te puede pasar un lunes, un martes, un miércoles, o un jueves: salir con el día agarrándote por los cojones.

Cuando he llegado a la estación de tren, último enlace de mi largo recorrido hacia el trabajo (tengo el coche en el taller, además de unas incontrolables ganas de llorar), he mirado el reloj y me he dicho "y treinta y uno, el tren tiene que estar a punto de llegar". Y efectivamente, el tren ha llegado justo en ese momento, con su lento caminar, con su maquinista de mirada perdida, con sus puertas automáticas, con sus bostezos enlatados.

Media hora más tarde, cuando he llegado al curro, he mirado el reloj y me he dicho "¡coño, y treinta y uno!... no puede ser, llego media hora tarde... me he perdido entre la niebla... he resbalado en el hielo matutino y me he dado un golpe en la cabeza del que no tengo recuerdo... me han abducido por el camino, con nocturnidad y alevosía... ". Y entonces he visto (mientras me palpaba en busca de algún microchip extraterrestre implantado en mi cuerpo) que en realidad, según mi reloj, estaba llegando tres horas y media antes al curro.

Y sin cobrarlas.

Pero no, es que el reloj se me había parado mientras dormía. A las 4:31 de la mañana.

Así que hoy, mis queridos lectores, todo lo he hecho a las 4:31 de la mañana. Levantarme. Desayunar. Comer. Tomar el té de las cinco. Mear. Quedar con Dominga. Tomar una birra (la de las siete de la tarde). Dedicar un ejemplar del Blogs de papel...

Así son las cosas: hoy el mundo se ha parado, pero yo no me he bajado.

Les dejo por hoy, que es tarde. Las 4:31 de la mañana, para ser exactos.

lunes, 12 de enero de 2009

La ignorancia y la locura


¿¡Pero tú estás loca!?, le gritó la Ignorancia a la Locura.

Y la Locura se hizo la loca, y no contestó.


jueves, 8 de enero de 2009

De entre los libros de...


Me pregunto si los Reyes Magos también tendrán su día de regalos. Y, en el caso de que así sea, quién se los lleva... ¿el Papá Noel nórdico?... ¿el olentzero vasco?... ¿el tió catalán?... ¿los padres?...

Papá Noel no creo, aunque sería lo lógico, debido a lo bien que se han llevado siempre la monarquía y el clero. Pero últimamente no están muy bien las cosas entre el gordito ese, que es santo y santa a la vez, y el trío caramelos. Cosas del marketing.

Al olentzero vasco no le veo yo dando regalos a unos monarcas, la verdad, aunque no sean estos borbones. Tal vez si los carboneros y leñadores hiciesen una reunión anual, y el olentzero compartiese mesa con el rey leñador de Patones, que es un cachondo, el olentzero cambiase de opinión. Pero a día de hoy que no, que no le veo yo regalando nada a los coronados.

Al tió catalán menos, que para que suelte sus regalos hay que darle de palos, y en vez de darlos los caga, el tío. Es curioso lo que le gusta a los catalanes lo escatológico. Al menos en Navidad.

Los padres de los Reyes Magos no pueden ser, por lógica, porque si los Reyes Magos son reyes y llevan corona es porque sus padres murieron, que a rey muerto rey puesto. Que es que todo hay que decirlo, leches.

Así que, una de dos, o los Reyes Magos no tienen regalos, o son ellos mismos los que se autoregalan. Entre ellos. Rollito amigo invisible, supongo.

A mí los Reyes Magos este año me han traído un Ex Libris.

Un Ex Libris, latinajo que significa "de entre los libros de", es un sello que se le pone a los libros para identificar quién es el dueño del libro. Se coge el sello, que es de madera y latón, se le impregna de tinta, se abre el libro, y se estampa con fuerza, como cuando te deniegan una ayuda en el ministerio. Y ahí queda, por los siglos de los siglos, "Ex libris Carlos Añejo", con su dibujo. El mío es un diseño exclusivo.

No, este no es el mío. Es el Ex Libris de Escher.


Estoy encantado con mi Ex Libris. El problema es que engancha. Es adictivo. Altamente adictivo.

Terminas de marcar todos los libros de tu biblioteca y te das cuenta de que no puedes parar. De que no quieres parar. Y sigues marcando. La ropa. La vajilla. Las paredes. La documentación del coche. La calva del Guardia Civil que te ha pedido la documentación del coche (¿hay algún abogado entre los lectores del blog?)...

Ahora mismo estoy en una granja, intentando desintoxicarme de mi adicción al ex libris. Cultivando lechugas, tomates, pepinos...

Así que ya sabeis: si en vuestra próxima ensalada os encontráis una hoja de lechuga con un sello que diga "Ex libris Carlos Añejo", no te la comas. No es tuya.