Hoy me ha quedado claro que el concepto de comida rápida no se refiere sólo a la velocidad con la que se consume. También, para nuestra desgracia, se refiere a la velocidad con la que se prepara.
Hoy he comido un bocata en un sitio de estos donde sirven bocatas y ensaladas. Con sus patatas, con su refresco, con su bolsita de quetchup y, sí la pides, de mostaza.
Y con su rapidez.
Ya sabéis de que os hablo.
Yo hoy he pedido un menú chupi-no-se-qué, que traducido al cristiano es un bocata de jamón y queso, con lechuga, tomate y mayonesa, acompañado de un refresco, unas patatas, y unos sobrecitos de quetchup y mostaza (estos últimos, los de mostaza, los he tenido que pedir, claro).
Bueno, pues al bocata de jamón y queso, con tomate, lechuga y mayonesa, lo llaman bocata por no llamarlo canapé gigante, porque la persona (que lo voy a llamar persona por no llamarlo animal) que lo ha preparado tenía tanta prisa que, en primer lugar, le ha pegado el corte al pan por el lado superior de la barra, en lugar de pegárselo por un lado (ponte gafas cocinero/a, te digo, por no mandarte a tomar por culo); y en segundo lugar, porque después de pegarle el corte no ha abierto el pan, directamente me ha echado todos los elementos que conforman el bocata encima (aquí directamente te voy a mandar a tomar por culo, cocinero/a... al menos haberlos untado, y me hacía a la idea de que me estaba comiendo un tosta)
¿Tan difícil es preparar un bocadillo?. Que en diez segundos se hace, joder, no hay porque hacerlo en 2 segundos y 130 milésimas (¡nuevo record mundial para el cocinero/a!... desde aquí le aplaudo y le digo que para celebrarlo no deje de irse a tomar por culo).
Claro, todo esto te lo meten una bolsa de papel con la forma y tamaño de un bocata, y te lo llevas. Y cuando ves que no te han preparado el bocata, que te han dado la materia prima para que te lo hagas tú, pues intentas reconstruir, con tus manitas, eso que debería ser un bocata.
Y te pones las manos que ni un niño de año y medio año jugando con su papilla. Y te acuerdas en la persona que te ha hecho el bocata, y de parte de su familia, porque además, la servilleta no la tienes que pedir, pero sólo te dan una, fina, y enana.
Resumiendo, que a mí no me ven más el pelo. Aunque como esto siga así, que es un suma y sigue diario de “a mi no me ven más el pelo”, me va a tocar comerme el aire, que no es que hoy en día en esta ciudad sea de muy buena calidad, pero al menos todavía es gratis.
Nos están vacilando continuamente, y encima pagamos por ello. Cinco con noventa y cinco, más concretamente. Mañana me voy al Bar Rambo.