miércoles, 29 de agosto de 2007

Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos.

No me gusta que me psicoanalicen. No señor. Me da mucho por culo.


Si lo hace la familia o los amigos me jode menos, pero me jode. Supongo que porque en sus psicoanálisis suelen tener razón. La familia y los amigos siempre suelen tener razón cuando te psicoanalizan. Excepto cuando no la tienen.


Si el psicoanálisis lo hace un extraño ya no es que me dé por culo, es que encima me parece un acto de prepotencia. Tú que cojones sabrás, pienso, si no has visto como me crecían las orejas.


Pero lo que más me jode es que sea yo mismo el que me psicoanalice. El auto-psicoanálisis es aberrante.


Por ejemplo: llevo una temporada en la que estoy obsesionado con que me dejo la puerta de casa abierta. Y esa obsesión nace del hecho de que no consigo recordar si la he cerrado o no.


Salgo de casa, me meto en el ascensor, y empiezo el inventario de todo lo que tengo que hacer antes de salir de casa. ¿He apagado la cafetera? Sí, lo recuerdo perfectamente. Me meto en el coche y mientras la puerta del parking se abre continuo con el inventario: ¿he cerrado bien los grifos, que hay sequía? Sí, recuerdo que el de la bañera goteaba un poco. Cruzo el pueblo en dirección a la parada del bus y mientras, sigo con el maldito inventario: ¿He apagado la plancha? Sí. ¿He cogido el abono transporte? Sí. ¿He bajado las persianas del salón para que no entre el sol a saco? Sí, y mucho me temo que a este paso nunca llegaré a poner las malditas cortinas del salón. Aparco el coche, me planto en la parada del bus y entonces me hago la pregunta del millón: ¿he cerrado la puerta?


Y no consigo acordarme... Lo intento... Aprieto los ojos... Me rasco la cabeza... Adopto la postura del Pensador de Rodin... Pero nada... Imposible.


Y no me estoy refiriendo a que no consiga acordarme si he echado la llave. Eso le pasa a casi todo el mundo. Yo lo que no consigo acordarme es de si he cerrado la puerta. Y entonces me obsesiono, y pienso que me he dejado la puerta abierta de par en par. Y me paso el día acojonado porque estoy convencido de que cuando vuelva me voy a encontrar una comuna de perroflautas tirados por la casa, bebiéndose mis cervezas y comiendose mis patatas y mis kikones (nunca faltan en mi casa, soy un adicto).


Cuando vuelvo a casa por la tarde y me encuentro con que ya no sólo es que la puerta esté cerrada, es que encima está cerrada con llave, en ese momento es cuando, sentado en mi sofá, mientras me tomo una cerveza acompañada de unas patatas y unos kikos (veis como soy un adicto), me hago el auto-psicoanálisis: ¿Por qué esa obsesión con dejarte la puerta abierta?. ¿Es tal vez porque ya no soportas llegar a casa por la tarde y no encontrar a nadie?. ¿Esperas que pensando que te has dejado la puerta abierta encontrarás a tú regreso a la mujer de tu vida esperándote llena de amor y de lujuria?. ¿La soledad te está comiendo por dentro como tú te estás comiendo esa patata?. ¿O es que te encuentras tan vacio por dentro como ese kikón que tienes en la mano y quieres que los cacos te vacíen la casa para ser un hombre vacío en una casa vacía?...


Lo que yo os decía... es aberrante.


Y mientras espero que desaparezca esa obsesión, o que mejore mi memoria, que también podría ser, seguiré leyendo "Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos", de Rodrigo Muñoz Avia, una novela con la que me estoy riendo lo que hacía mucho tiempo no me reía leyendo un libro... desde el Eric de Terry Pratchett, tal vez.




Eh... y sólo cuesta 5 euros.

jueves, 23 de agosto de 2007

Dictados tópicos.

Curioseando por la red he encontrado un texto que no tiene desperdicio. Es un artículo de Eduardo Tejero Robledo, que tiene toda la pinta de ser un catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y miembro, además, del Instituto Cervantes. Ahí es nada.

El artículo en cuestión se titula “Literatura popular en la Comunidad de Madrid Refranero. Dictados tópicos. Cancionero”.

Un dictado tópico es, según la definición que el mismo artículo da, una colección de documentos folklóricos que, afectando a cualquier forma expresiva, se refieren a nombres de pueblo, apodos colectivos de sus habitantes, características y relaciones entre unos y otros, o simplemente sean referencias calificativas de los mismos, siempre escritas desde la socarronería, las rivalidades locales, o el anecdotario real sobre el que ha obrado el despropósito

Es decir, y para que todos lo entendamos, que los del pueblo de al lado se meten con los del pueblo de al lado pero, eso sí, con mucho arte.

Que yo tenga conocimiento, y siempre teniendo en cuenta que estamos hablando de el ámbito de la Comunidad de Madrid, tengo lectores de San Lorenzo de El Escorial, Guadarrama, Fuenlabrada, y de la capital; así que, como muestra de lo que contiene este artículo, unos cuantos botones (ruego a mis lectores de los pueblos anteriormente mencionados no me tomen a mal haberles llamado botones… y les recuerdo que lo que viene a continuación es producto del folklore popular, no de mi retorcida imaginación).


El hidalgo de Fuenlabrada, que vendió el caballo para comprar la cebada.

Vamos, como Abundio, que vendió el coche para comprar gasolina.

Tres cosas malas hay en Castilla: Guadarrama, la grama, y Escalonilla.

La grama es una planta medicinal de la familia de las gramíneas, y Escalonilla un pueblo de Toledo muy próximo al pueblo de Escalona. Así que, si también tengo la suerte de tener algún lector de Escalonilla, con este matamos dos lectores de un tiro.

Palabra de señor de Madrid y pedo de Fraile, se lo lleva el aire.

Sí, vale, lo que tú digas, pero tenemos las más bellas tetas de novicia del país… no te jode.

El hablar de el Escorial, es muy largo de contar.

La verdad es que los gurriatos no se pueden quejar, no hay sangre en los refranes que les corresponden.

No sé si tendré algún lector o lectora de Alcalá de Henares, pero si es así mejor que no lea el artículo porque con los alcalainos (alcaleños o complutenses), y sobre todo con las alcalainas, el refranero popular se pasa tres pueblos.

Tampoco tengo conocimiento de si el artículo es público o no, pero yo lo he encontrado en Google así que aquí os dejo el enlace por si queréis descargarlo. Está alojado en los servidores de la UCM.

Por cierto, otros artículos de este caballero son: La canción de cuna y su función de catarsis en la mujer; Tradición oral en Miranda de Ebro y su zona de influencia; Onomástica medieval de Avila, Salamanca y Segovia y vida cotidiana; Dictados tópicos abulenses; El siete, número cósmico y sagrado: su simbología en la cultura y rendimiento en el Romancero...

Vamos, todo un figura ante el que yo me quito el sombrero collarejo regalo de una tía mía.

martes, 21 de agosto de 2007

¿Reencarnación?, no gracias.


Según parece, o al menos eso me ha dicho una persona que dice saber bastante del tema, en mi próxima reecarnación podría ser gota de agua que cae del pétalo de una rosa, así que he decidido que no... que mira... que mariconadas las justas... que ya no creo en la reencarnación.

Tendré que apechugar con la mierda de vida que me ha tocado vivir, y cuando todo esto se acabe, pues vale... pues muy bien... pues que alegría para los gusanos.

Y como castigo (tal vez no merezca castigo alguno por el mero hecho de decir que iba a creer en la reencarnación, pero como a esta vida hemos venido a sufrir) prometo ver 2046 tres veces seguidas... una de ellas en versión original subtitulada.

Y después, si me quedan fuerzas (que lo dudo), 9 songs.

Con dos cojones.

lunes, 20 de agosto de 2007

Y a la tercera va la vencida.

He decidido que voy a creer en la rencarnación. Sí. A pies juntillas. Ciegamente.

Me da igual lo que digan los hombres de ciencias. Me da igual lo que digan los hombres de Dios.

Voy a creer en la reencarnación.

Ya pueden venir los más insignes científicos a tomar café a mi casa para intentar convencerme, que no voy a cambiar de opinión. Ya pueden venir con sus fórmulas, sus métodos, sus premios, su raciocinio, o sus batas de laboratorio; que no pienso negar a la resurección. Ni ponerles unas pastas.

Ya pueden venir los mismísimos dioses, con sus milagros, sus poderes, sus rayos fulminantes o su misericordia.

Ya puede venir Hacienda amenazando.

Ya puede venir la mafia.

Ya pueden venir manifas.

Ya puede venir el rey.

Ya puede venir el as de copas.

Ya puede venir mi jefe.

Ya pueden venir mis maestros más severos.

Ya pueden venir los amores perdidos que en un pasado hacían de mí lo que querían.

Ya pueden venir los amores no encontrados que en un futuro harán de mí lo que quieran.

Ya pueden venir mis padres.

Ya pueden venir los Padres Trinitarios.

Ya puede venir Atila.

Ya puede venir San Pedro a negarla una, dos, y hasta tres veces.

Ya pueden venir el bueno, el feo, y el malo.

Ya puede venir su puta madre, que yo no pienso cambiar de opinión. Necesito pensar que la vida me dará una segunda oportunidad.

Lo necesito para poder seguir levantándome por las mañanas.

Y si resulta que esta es mi segunda reencarnación, si resulta que estoy cometiendo los mismos errores que en la primera, que estoy tropezando dos veces en la misma piedra... no importa... necesito pensar que la vida me dará una tercera oportunidad. Es más, mucho mejor así, que dicen que a la tercera va la vencida.

jueves, 16 de agosto de 2007

El Hombre y la Tierra



por nuestro colaborador Félix Rodríguez de la Palangana.


H
ace calor. Mucho calor. Y, aunque sobre una piragua no se pasa calor porque puedes refrescarte cuando y cuanto quieras decidimos buscar un sitio tranquilo donde aparcar las piraguas, comer algo de futa, echar un cigarrito, y pegarnos un baño.

Ir encima de una embarcación, la que sea, está muy bien. Pero flotar sobre el agua, sin más ayuda que tu cuerpo, con los brazos y las piernas abiertas, mirando hacia el cielo, dejándote llevar por la tenue brisa... es una sensación tan plancentera que si no fuese porque inevitablemente conllevaría tragar agua... te dormirías.

¿Por qué siempre que tienes un momento de paz llega alguien con un grito y lo jode?.

“¡Eh, venid a ver esto!”.

Vale, vamos... dejemos de flotar que el curioso de siempre ya ha encontrado algo con lo que alimentar su curiosidad y, ya puestos, la nuestra..

Y ahí está. La naturaleza haciendo de las suyas. El fuerte que se come al débil, mientras el débil se caga en la puta madre del que inventó eso de la ley del más fuerte




El pez lucha por escapar, por volver al agua, pero no tiene nada que hacer. La culebra lo ha enganchado y no piensa soltarlo. Por mucho que intente escapar. Y por mucho que un grupo de esos seres curiosos que siempre están jodiéndolo todo se dediquen a mirar en círculo.

Hasta que finalmente el pez, agotado, sin fuerzas, sin ganas de vivir, abandona toda lucha y se deja llevar hacia la muerte.

En ese momento la culebra sabe lo que tiene que hacer. Suelta la cola y engancha por la cabeza. Y comienza a engullir su presa.




Lentamente.

Lentamente.

Muy lentamente.

El pez mueve la cola.

“Es angustioso”, dice alguien.

Nos vamos.

Durante el camino de vuelta se ha levantado viento en contra. Siempre en el camino de vuelta se levanta el viento en contra. Es otra de esas leyes de la naturaleza, una que dice que cuando mires el reloj y te des cuenta de que tienes que deshacer en 45 minutos el camino que has hecho en dos horas y cuarto, en ese momento se levantará el viento en contra.

En un giro ciego paramos de palear. Hay que esperar a los más lentos. A los que vienen jodidos. Están lejos. No vamos a llegar a la hora convenida.

Dejo mi pala sobre mi regazo. Saco un cigarrito de mi bolsa estanca. Y busco una postura cómoda para fumármelo.

”Si, es angustioso”, pienso mientras expulso el humo azul.

Y al igual que la culebra siempre engulle al pez por la cabeza, que el pescador pesca la dorada más grande, y que el lirón careto observa sobre la atalaya, nosotros llegamos justo a tiempo para devolver las piraguas a la hora convenida.

Bueno, que digo yo que por 10 minutos no pasa nada... ¿no?.

lunes, 13 de agosto de 2007

Tiempo de terremotos

A mí, como a otros tantos blogueros, el terremoto de ayer me pilló durmiendo. Y me despertó.

La cama se movía como si fuese el péndulo de un reloj con prisas. Que digo yo que los relojes, al igual que las personas, tambien tienen derecho a tener prisa, ¿no?.

Supongo que es consecuencia de los tiempos que corren.

El temblor me despertó, y yo pensé que alguien se había metido en mi solitaria cama. Me giré buscando quién sabe quién, y no encontré a nadie. Seguí durmiendo, no sin antes decidir que sólo había sido un sueño, y maldecir lo realistas que se estaban convirtiendo los sueños no eróticos.

Fue cuando me levanté, mucho más tarde, y puse la tele cuando me enteré que había sido un terremoto.

Un terremoto a las 9:47, de intesidad 5.1, y con epicentro en un pueblo perdido de Ciudad Real.

Soy de sueño profundo, pero desde ayer ya no voy diciendo por ahí que a mí no me despierta ni un terremoto.

La siguiente foto desenfocada de mi reloj bien podría haber sido tomada ayer a las 9:47.



Pero no, no fue tomada durante un movimiento sísmico. Es sólo que a medida que va pasando el tiempo... menos claras veo las cosas.

viernes, 10 de agosto de 2007

Pasatiempos

Pasatiempo... que palabra más engañosa. Referencia algo lúdico, pero si la analizas en profundidad su significado cae sobre tí como una losa.

El verano es época de pasatiempos. Las publicaciones amplían su sección de pasatiempos, o sacan un suplemento especial con pasatiempos para toda la familia, menos para el tío Alberto, el presidiario, que bastante pasatiempo tiene con esquivar al "Greñas" en el patio de la cárcel. Y es que el "Greñas" se la tiene jurada desde que se encontró que el tío Alberto había hecho todos los libros de sudokus que había en la biblioteca del penal.

En Diario de un náufrago en una palangana no íbamos a ser menos que otras publicaciones, y vamos a poner un pasatiempo. Eso sí, el que no tenga tiempo, que pase.


Pasatiempos palanganeros: el anacrograma

Vaqueros con reloj digital. Romanos en vaqueros. Maria Antonieta viendo una de romanos en su televisor de plasma. Son los anacronismos, incongruencias que resultan de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde.


En el siguiente cuento, rescatado del baúl de los desechados tras leer la serie de posts que Nathalie está escribiendo sobre la ciudad de la luz, hay un anacronismo. Encuéntrelo y luego, si quiere, píntelo de verde.


Julio Verne enamorado.

Aquel año la primavera llegó sin previo aviso al viejo París, sumiendo al joven escritor en esa profunda melancolía que le golpea a uno cuando la belleza lo invade todo y no tienes a tu amada junto a tí para compartir todo el torrente de sensaciones que provoca su llegada. Desde la pequeña ventana de su buhardilla de la Rue de l'Ancienne-Comédie el aprendiz de letras observó como la vida llenaba las calles de la ciudad y decidió no acudir, como cada mañana, a la Biblioteca Nacional para estudiar las ciencias que tanto le apasionan, y dedicar las horas tempranas del día a alimentar su melancolía con un paseo por el Sena.

Las tranquilas aguas del Sena brillaban con las primeras luces del día, reflejando sobre la ribera todo el esplendor de la cálida luz del primer sol de primavera. El joven escritor se sentó junto a las aguas y se quedó mirando la silueta del Sacré Coeur. Allá arriba, pensó, en el monte de los mártires del arte, algún joven pintor, hambriento y sin un franco en el bolsillo se sentirá el hombre más feliz del mundo por poder pintar el rostro de su amada, tal vez su cuerpo desnudo.

Mientras se imaginaba a si mismo en su pobre buhardilla pintando a su amada Caroline, sacó su libreta y comenzó a escribir con trazo suave.

Como un viajero sin destino ni equipaje,
Como un turista convertido en vagabundo.
Ochenta días para dar la vuelta al mundo,
Ochenta besos para hacer contigo el viaje.

Pondré tu nombre a las estrellas más bellas,
Durante mi viaje de la Tierra a la Luna.
Y si tu nombre no lo merece ninguna,
Haré una sola de la unión de todas ellas.

Tomaré prestada tu mirada y la haré mía,
Si no vienes conmigo al centro de la Tierra.
En la profunda soledad la oscuridad se cierra,
Tus ojos son mi luz, mi única guía.

El sonido de un barco que se acercaba rompiendo la paz de las aguas le apartó de su escritura. Sobre el barco, un joven marinero, apenas un niño recién convertido en hombre, se afanaba por mantener estable la carga que torpemente había sido distribuida por la embarcación.

El joven escritor se incorporó con un movimiento lento y cansado, miró con tristeza lo que había escrito, arranco la hoja de su libreta, y la arrojó al río.

Quién sabe, quizás después de todo sea cierto que el amor no es más que un pobre ciego que vaga por el mundo guiado por lazarillos tan dispares como la locura, el deseo, y el dolor. Por eso, tal vez por eso, mientras nuestro escritor se alejaba en dirección a la Biblioteca Nacional, dos jóvenes que se besaban encubiertos por las sombras de un viejo álamo no vieron como las palabras de amor de un joven aprendiz de ciencias se perdían para siempre allá, en el viejo París.

domingo, 5 de agosto de 2007

El lagarto y la botella.



- Era el lagarto más grande que había visto nunca. Medio metro de lagarto.

- Hay que tener cuidado con esos bichos. Como te muerdan no te sueltan.

- Joder, era enorme. Y va el hijoputa y se me encara. Bufaba como un gato.

- Ni con agua caliente.

- A mi no me chulea un lagarto, me digo, y con un movimiento rápido lo engancho por el cuello.

- Hasta después de muertos siguen sin soltarte.

- Busco algo donde guardarlo, pero no encuentro nada.

- En mi pueblo un tío se casó con un lagarto enganchado al dedo índice.

- Tan sólo uno botella vacía y sucia de coca-cola de dos litros.

- Cuando levantó la mano para recibir la alianza la pobre novia, que no sabía nada, se llevó un susto de muerte al encontrarse eso ahí, pegado a la mano de su futuro marido.

- Pero claro, el orificio de entrada es tan pequeño y el lagarto tan grande que no hay manera de meterlo dentro. Así que decido cortarle el cuello.

- ¿Cortarle el cuello?... Joder, pobre lagarto.

- Al lagarto no, coño, a la botella.

- Ah, entiendo… pobre botella.

- …


jueves, 2 de agosto de 2007

Apocalypse Tomato


Pensaba que mi regreso al trabajo después de 18 días de vacaciones desconectado de la rutina laboral iba a ser duro, pero me equivocaba por completo. Ha sido deprimente. Muy deprimente.

Pero no hablemos de mí.

Mucha gente me pregunta porque me gusta tanto hablar de mí. "Soy la persona que mejor conozco", les digo, "además, si hablase de ti probablemente este sería el fin de una bonita amistad".

Pero tampoco hablemos de mis borderías.

Hablemos de mis tomateras, que en paz descansen.

Encontrar a mi regreso al hogar mis tomateras muertas, después de tantos meses de cuidados, después de tantos sacrificios, después de tantos atardeceres compartidos, con una copa de vino en la mano yo, y una de agua ellas, no ha sido la mejor manera de terminar las vacaciones y empezar de nuevo con esta deprimente rutina laboral.

Esperad, un momento, que tengo una foto de mis tomateras recien nacidas.



¿Verdad que eran encantadoras?. Ahí, creciendo, tan verdecitas, tan sanotas, tan... tan... tan tomateras. La de la izquierda, la que se parece tanto a mi, de mayor quería ser ketchup.

Ahora ya no crecen. Ya no me regalan verdor. Ya no se las ve tan sanotas. Y ya no tienen futuro.

Realmente no sé que las ha pasado. No están secas. Están tumbadas sobre la tierra. Como si hubiesen tirado la toalla. Como esos soldados heridos en una pierna que les dicen a sus compañeros de pelotón "Soy una puta carga para vosotros. Estoy poniendo en peligro la misión. Dejadme aquí. Dadme un arma y una cantimplora e iros sin mí". Que digo yo que luego, fuera de cámara, seguro que más de uno les habrá gritado a sus compañeros "la madre que os parió, hijos de puta, que no hablaba en serio" mientras veía impotente como se adentraban en el bosque.

¿De qué estaba hablando?... Ah, ya recuerdo, de mis tomateras.

Parecen ahogadas. Tal vez sus raices se han podrido por un exceso de agua. No lo sé. Soy un urbanita. No tengo ni puta idea de cómo se crían unas tomateras. Yo siempre he comprado los tomates en el super. La mayoría de las veces metidos en un bote, ya pelados y triturados.

Pelados y triturados... Ahora eso me parece tan cruel.

Necesito a mi asesora en tomateras, que además de ser una experta en el noble arte de cultivar la tierra, es encantadora. Pero en este maldito momento está de vacaciones y...

Lo siento, no puedo continuar. Ver la foto me ha dejado muy tocado. Me estoy derrumbando por momentos. Dejadme un arma y una cantimplora y seguid sin mí.

...

¿Oye?

...

¿¡Eh!?

...

La madre que os parió... que no hablaba en serio... coño.