jueves, 26 de abril de 2007

¿Y por qué en una palangana?

Tal y como hizo Deftonia en su post del 24 de abril voy a tratar de explicar de dónde le viene el nombre a mi blog.

Resulta que yo viajaba en el Titanic cuando este su hundió. Gané el billete en una partida de cinquillo que se estaba celebrando en una taberna del puerto. Cuando fui a subir al barco el maromo que había en la pasarela me dijo "este billete es para la bodega, aquella puerta del fondo y to'pabajo". "Para la bodega, ¡de puta madre!", dije yo entusiasmado. Pero el entusiasmo me duro muy poco. O la bodega la acababan de abrir y no les habían llegado los suministros, o en ese barco había mucho borracho, porque no quedaba ni una sola botella ahí abajo. Cajas todas las que quieras, pero botellas ni una.

El caso es que abajo hacía un calor de mil demonios por lo que decidí subir a tomar el aire arriba, a la terraza esa que hay con vistas al mar y que nunca me acuerdo como se llama. Y allí me encontré con otra viajera, muy pija ella, que se encoñó conmigo.

La tía era fea de cojones, pero como yo era más pobre que las ratas y ella además de fea era multimillonaria me dije "joder, de perdidos al río". Y me lié con ella.

Precisamente mi extrema pobreza fue la causa de que yo terminase en una palangana.

Resulta que nos vamos a su camarote a ponerle la cornamenta a su prometido y en esto que comienzo a desnudarme por los pies, que es como se desnudan los pobres, y me salta la tía "¡joder, cómo te cantan los tachines!". "Que quieres, cariño, si no tengo dinero para jabón", le dije yo no sin cierta vergüenza. Y va la tía y me planta una palangana llena de agua y jabón. "Pues en mi cama no te metes con esa peste en los pies".

Y ahí estaba yo con mis pies metidos en una palangana cuando pasó lo del iceberg.

El resto ya lo conocéis. Y si no lo conocéis os vais al videoclub y alquiláis el bodrio ese de película que hizo un tal Camarón, que ahí viene todo.

Y esa es la historia del origen del nombre de este blog.

Hay gente por ahí que dice que no, que es todo mentira, que en realidad es un sentido homenaje al más grande artista que ha dado la música en este país desde que se murió el calvo ese que salía en los billetes. Un homenaje al Lichis, el alma matter de
La Cabra Mecánica.

Que cosas dice la gente.


Mi única riqueza.


Las sobras se las comieron las ratas
esta noche no hay croquetas
cuando mi olla está triste y vacía
tu recuerdo me alimenta.
No me apetece buscarme la vida
busca tú a ver si la encuentras
y así de paso le pasas una manita
tú eres mi única riqueza.
Tú rurururururu
eres mi única riqueza.
Mi fuente principal de vitaminas
minerales, proteínas,
mi copa y puro de sobremesa
tú eres mi única riqueza.
Tú rurururururu
eres mi única riqueza.
Me falta empuje me sobran tablas
me falta pista me sobran piernas
soy un náufrago en una palangana
no hay mensaje en mi botella.


Letra y música: Miguel Ángel Hernando Trillo (Lichis)





martes, 24 de abril de 2007

Raro


El metro es para los raros lo que un escenario para los músicos: un lugar donde lucirse.

Es increíble la cantidad de gente rara que hay por el mundo, y parece que todos se han puesto de acuerdo en mostrar sus rarezas en un vagón de metro.

El metro es el templo de los raros.

Sentado en el metro miro a mi izquierda y me encuentro un caballero más cercano al Quijote que al Rey Arturo, el de la mesa redonda. Este caballero, que cabalga bajo tierra dentro de un caballo de hierro, es tan raro que en su casa tiene que tener una mesa redonda sin patas. Lo que en términos científicos se conoce como un tablón en el suelo. Y sus gigantes deben ser las barras de sujeción del metro, por que no para de golpear una con un periódico gratuito. No lleva cascos en las orejas; no parece tararear canción alguna; no tiene cara de estar escuchando mentalmente una canción así que supongo o una de dos, o está atacando a su molinos particulares o esté llevando el ritmo de sus rarezas con el periódico.

Y pienso, “que gente más rara hay por el mundo”.

Miro a mi derecha, y me encuentro a una mujer que no sé muy bien si es de este mundo o de uno más cercano a Tatooi. Debe haber aterrizado con su nave espacial en la estación de Nuevos Ministerios para, tras transmutarse en algo parecido a un ser humano, convertirse en uno de esos Nuevos Misterios para la humanidad. No entiendo muy bien por qué lleva un zapato en la mano. Observo sus pies y veo que los dos están calzados así que presupongo que el zapato que lleva en la mano debe ser algún tipo de arma desintegradora camuflada con la que se propone acabar con la humanidad. No podrá conmigo. ¡Venderé cara mi desintegración!.

Y pienso, “que gente más rara hay por el mundo”.

Miro al frente, y me encuentro a una chica rara de cojones. Me recuerda a una novia que tuve en el instituto, pero en raro. Es curioso, pero en el instituto a mi novia sus amigas la llamaban rara por salir con un tío como yo. La decían “con lo guapa que tú eres, como puedes salir con eso”. “Es muy guapo” contestaba ella. “Mira que eres rara”, replicaban ellas al unísono. Pero comparándola con esta chica sé que las gilipollas de las amigas de mi novia estarían de acuerdo conmigo en que mi novia era el paradigma de la normalidad, incluso aunque saliese con el Golem.

Y mientras la observo detenidamente de arriba abajo, haciendo inventario de sus rarezas (incluyendo un tic nervioso con el dedo meñique que un salón de té sería la envidia de las más finas del lugar y un movimiento compulsivo de ceja izquierda que sería la envidia de Carlos Sobera) pienso, “que gente más rara hay por el mundo”.

Y entonces me doy cuenta que desde el fondo del vagón un tío me mira de arriba abajo con cara de despectiva incredulidad, o de incredulidad despectiva, no lo tengo muy claro.


Y mientras me coloco bien la sandalia que hoy llevo enganchada en mi oreja izquierda, sin menoscabo de mi oreja derecha, que yo quiero a mis dos orejas por igual, le digo con disimulo al queso de Gruyere con una ballesta que llevo sobre el hombro, “¡qué cojones estará pensando el gilipollas ese!”.


Portada del disco Raro, de los uruguayos Cuarteto de Nos

viernes, 20 de abril de 2007

Gordo

Jesús Ruiz Mantilla ha conseguido con su magnífica obra Gordo, Premio Sent Soví de Literatura Gastronómica 2005, lo que nunca antes había conseguido ningún escritor.

Ni Platón con sus diálogos. Ni Aristóteles con su retórica. Ni Descartes con sus discursos del método. Ni Kant con su idealismo trascendental. Ni Kierkegaard con sus discursos edificantes. Ni siquiera Faemino y Cansado, que saben mucho más de la vida que los anteriormente mentados, con su orgullo del tercer mundo.No señor, nunca antes nadie había conseguido que pasase del mísero café con leche y tomase un desayuno en condiciones antes de salir a afrontar una dura y larga jornada laboral.

Pero Jesús Ruiz Mantilla lo ha conseguido. Y es que leer Gordo en el metro, con esos manjares tan suculentamente descritos; con esa orgía de gula que impregna todas y cada una de las páginas de esta novela; con ese desparrame de calorías, proteínas, hidratos de carbono, sal y sobre todo pimienta: y, por qué no decirlo también, con esa parte de dolor, sufrimiento y sacrificio que padece una persona de 130 kilos en una sociedad rendida al culto al cuerpo... leerlo, decía, con el estómago vacío es demasiado duro para un náufrago, sea por disfrute mental de las ricas viandas descritas, sea por solidaridad con el antihéroe protagonista de esta historia ante su cruenta (y por momentos surrealista) lucha contra una dieta auto impuesta por amor.

Así que hoy, antes de salir de casa, me he metido entre pecho y espalda un desayuno que le daba a Ruiz Mantilla para escribir una trilogía como la del Señor de los Anillos.


Índice de Gordo.

1. Tortilla de patata.
2. Puré de Verduras.
3. Helado de plátano y turrón.
4. Melón
5. Huevos estrellados.
6. Naranjas.
7. Yogur
8. Filetes a la plancha
9. Setas
10. Agua del grifo
11. Cuscus caramelizado con foie
12. Rosejat
13. Baileys con hielo.
14. Pastel de carne
15. Tostas
16. Castañas asadas
17. Dry Martini y jamón.
18. Sorbete de limón.

domingo, 15 de abril de 2007

La memoria de las cicatrices

Las manos son, después del corazón, la parte del cuerpo que más golpes se lleva y que, por consiguiente y exceptuando nuevamente al corazón, más cicatrices tienen.

Me estudio las manos en busca de cicatrices y encuentro dos en mi mano derecha: una en el dedo índice y otra en el anular; y otras tres en mi mano izquierda: una en el dedo meñique, otra en el pulgar y una tercera en la palma de la mano.

De las cinco cicatrices tengo recuerdo de tres, las dos de la mano derecha y la de la palma de la mano. La del dedo meñique y la del pulgar son cicatrices sin memoria.

Hoy me está doliendo la cicatriz de la palma de la mano, una pequeña cicatriz que me acompaña desde mi más tierna infancia. Recuerdo perfectamente como me la hice, y lo dolorosa que fue aquella herida. Y no consigo entender como después de tantos años de vez en cuando me sigue doliendo. Tal vez algún día deje de dolerme. Tal vez esta sea la última vez que me duela.

Las cicatrices del corazón no voy a enumerarlas, me faltan dedos en las manos (con y sin cicatrices) para contarlas, pero sé que son cicatrices que no dejarán nunca de doler

El corazón es, para nuestra desgracia, el órgano que más memoria tiene.

jueves, 12 de abril de 2007

Santing Inocenting

He llegado a la conclusión de que los anglosajones se toman las bromas más en serio que nosotros. Su día de los Santos Inocentes, el Apris Fools' Day que se celebra el 1 de abril, tiene más vidilla que nuestro triste 28 de diciembre, que se está muriendo poco a poco y se limita a dos o tres bromillas chorras en los periódicos y en el telediario de las tres.

Keith Richards, por ejemplo, afirmó que en una ida de olla se había esnifado las cenizas de su padre, que en paz descanse, y todo el mundo se lo creyó. Y resulta que no, que ahora dice que era una inocentada. O al menos eso cuentan por ahí las malas lenguas. Me estoy imaginando a más de uno y más de dos por estos lares leyendo la noticia y echándose a temblar, entrada en mano, con la posibilidad de que las cenizas de su santo padre le sentasen mal y los Stones volviesen a cancelar sus conciertos en España.

Aquí los famosos no gustan de gastar esas inocentadas. ¿Se imaginan a Pilar Bardem anunciando toda seria en el programa de Wyoming que se hace falangista?. ¿O a Fernando Fernán Gómez en el diario de Patricia, con la lagrimilla cayéndole por la mejilla, diciendo que quiere localizar a aquel amable señor al que tan efusivamente mandó a la mierda en repetidas ocasiones para pedirle perdón y regalarle sus Goyas como muestra de arrepentimiento?.

Sí, es cierto, lo reconozco, es mucho más fácil de creer lo de Richards que lo de la Bardem o lo del gruñón de Fernán Gómez.

Además los anglosajones, que en esto del capital nos dan mil vueltas, saben sacar negocio de su April Fools' Day mucho mejor que nosotros de nuestro día de los Santos Inocentes. Y como muestra un botón, bueno, una corbata: la empresa
Thinkgeek incluyó el 1 de abril en su web un nuevo producto, una corbata de 8-bits, que en realidad no existía, era una inocentada. Bueno, pues ha sido tal la demanda del producto por parte de los ingenuos navegantes que la empresa ha decidido finalmente fabricar la corbata de 8-bits y venderla. Supongo que a precio de oro. ¿Casualidad inocente o estudio de mercado?. No lo sé, pero pueden leer más y mejor al respecto en el Gadgeto blog.

Que cosas. Si Sir Clive Sinclair, que en paz invente, estuviese muerto levantaría la cabeza seguro.

domingo, 8 de abril de 2007

Ay, Carletes...

He intentado hacer una mona de pascua para mi ahijada, pero me ha salido un truño.

Que desastre.

Y es que hacer de la clara de huevo nieve no es lo mío. No sé, tal vez el cambio climático esté afectando también a la repostería. Aunque yo voto más por lo que dijo el sabio: Ay, Carletes, si no sabes monear... pa'que te metes.

Gracias a Trasto por su receta, y por la ilusión que ha puesto en ayudarme a hacerle esa mona de pascua catalana a mi ahijada.

Y cuidate mucho esa rodilla.

He perdido una batalla, pero no la guerra. El año que viene no le haré una mona de pascua, le haré LA MONA DE PASCUA.




La mona. Otra cosa no, pero que le he echado huevos no se puede negar...

domingo, 1 de abril de 2007

Mas pequeños enigmas de la humanidad

Leyendo el post que Ed Sierra ha escrito sobre el Starbucks me he acordado de uno de esos pequeños enigmas de la humanidad que me rondan siempre por la cabeza: ¿por qué en este país en lugar de menguar el número de Starbucks crece, y cada día se abren más?.

No tiene sentido. España es una país cafetero donde se disfruta del café pero, sobre todo, del hecho de tomarlo. Y no creo que el Starbucks sea un sitio donde se disfrute tomando un café. Perdón por los seguidores de esta franquicia cafetera pero el Starbucks es una gilipollez que nos han vendido los yankies.

Mucho me temo que hay un par de generaciones que han visto demasiados capítulos de 'Friends'.

Y que nadie se equivoque, no tengo nada contra Starbucks. De hecho yo conocí este establecimiento en la ciudad donde nació, en Seatle, y tengo que decir que fue un oasis cafetero en medio de un desierto de cafés insípidos. El único problema era que para pedir un cortado tenías que pedir un "a double shoot coffee with a little part of milk". O al menos eso me dijeron los compatriotas que me acogieron allí, en la tierra del paraguas, del grunge, de Jimi Hendrix, de Microsoft, y del Starbucks.

Luego descubrí que no, que me estaban vacilando, que en la lista de productos del Starbucks había uno que equivalía a nuestro cortado de toda la vida. Pero el español es así, si puede vacilarte te vacilará, sea aquí en casa o al otro lado del charco. Y yo seguí pidiendo mi "double shoot coffee with a little part of milk", porque al español además de vacilar le encanta demostrar que no le importa que le hayan han vacilado.

¡Cabrones!.

A lo que iba, que viva el café de toda la vida, en el bar de la esquina, donde no tienes que decir como lo quieres porque ya lo saben, donde te dejan disfrtutar de tu café con un cigarro, donde en la mesa de al lado un viejecillo lee el Marca mientras deshace una magdalena en unos trocitos pequeños que su anciana boca pueda tragar junto a su café, donde en una mesa con tapete verde cuatro amigos juegan al mus y farolean sobre el juego y sobre la vida, donde el camarero ve la tele distraidamente mientras piensa que al próximo que le diga lo de los 80 céntimos le manda a la mierda.

Y que viva por muchos años.