jueves, 3 de diciembre de 2009

Get Back


Este blog permanecerá cerrado por vacaciones
(merecidas o no) hasta después de Reyes.

Nos vemos en las azoteas.

Fdo: La Subdirección,
que es mucho más que Dirección






jueves, 26 de noviembre de 2009

To peer or not to peer


No debería sorprenderme. Después de todo es uno más, como lo son ser, estar, o haber; y, como ellos, está en su derecho. Pero no puedo negar que me ha sorprendido (y gratamente) encontrarme con que la RAE conjuga en su limpio, fijado, y esplendoroso diccionario, el verbo peer.

Y eso no es todo: el WordReference va más allá y conjuga peerse.

Yo ya me los estoy aprendiendo. Y es que es inevitable que todo (por no decir absolutamente todo) se irá, tarde o temprano, al "peo".

Peamos todos juntos cuando esto suceda, hermanos.


lunes, 23 de noviembre de 2009

La suplente


Hasta siempre, Vladimir. Si ves a Dios salúdale de mi parte, susurró mientras cerraba la compuerta. Desde lo alto, uniformes engalanados lo observaban todo con la frialdad que da el poder. Inicien la secuencia. Estamos haciendo historia. Había orgullo en sus ojos. Iniciando secuencia. Monitoricen las constantes vitales. ¿Qué ocurre? No hay respiración, señor. No hay pulso. Pasadme la imagen del interior al monitor cinco. Imagen en monitor, señor. Su lengua colgaba inerte. ¡Mierda! Golpeó la mesa. Te dije que era asustadizo. Era el más fuerte. Te dije que no aguantaría la presión. Aborten. Cerrando secuencia en tres, dos, uno. Traed a Laika.




jueves, 19 de noviembre de 2009

El sexto sentido


"No podemos luchar contra el futuro, el tiempo está de su parte", dijo alguien en el pasado.

O tal vez todavía no lo ha dicho, y lo dirá en el futuro.

No sé, pero lo cierto es que, lo hayan dicho o no; estemos decididos a luchar contra el futuro o, por el contrario, nos sometamos derrotados a él antes de comenzar la lucha; seamos, fuésemos o seremos... lo cierto es que el futuro, ese futuro que hemos estado viendo durante décadas en las películas de ciencia-ficción, ya está aquí.

Y tal vez haya venido para devorarnos.

Las entrañas.






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miércoles, 18 de noviembre de 2009

La Navidad en manga corta


Esto de adelantar la Navidad es ya imparable.

Y es que no solamente es cosa de El Corte Inglés... es que hasta mi cactus, que florece justo antes de Navidad, ha decidido apuntarse al carro.

Y todo esto, en marga corta.





jueves, 12 de noviembre de 2009

El marcapáginas de Dios


La vida es un cuento contado por un idiota, decía Macbeth.

Lo que Macbeth no sabía es que el libro de cabecera de Dios es un libro de cuentos, de todos los cuentos habidos y por haber, y que todas las noches, tumbado en su cama, mientras se fuma el último cigarrito del día, Dios se lee un par de cuentos y se parte la polla con ellos.

Y todo esto lo digo tras encontrarme al despertar un marcapáginas sobre mi cabeza.

Es de publicidad de una bodega, y lleva 5 céntimos en una participación para la Lotería de Navidad de este año.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Degollando a un terrón de azúcar


La sangre sobre la nieve es más roja. Es como matar entre sábanas. Como amputarle un brazo al panadero. Como degollar a un terrón de azúcar.

Por eso no voy a matarle ahora. Dejaré que termine su trabajo. Dejaré que vuelva a su cabaña. Que cene caliente con pan recién hecho. Que se tome su café con dos de azúcar. Que se vaya a la cama contigo.

Yo sólo quería que aprendieses lo básico para poder ir juntos al lago que hay pasado el bosque, trescientos metros fuera de pista. A tomar un chocolate caliente. Es un lugar maravilloso, ¿sabes? Y un par de clases bastaban.

La chica del pelo corto era perfecta para ti. Pero no, tú tenías que elegir al guaperas ese de los ojos azules. Le he estado observando y tiene mucha paciencia, dijiste. Serás cabrona.

La sangre sobre la nieve es más roja que la ira. Pero eso ya lo descubrirás tú esta noche.



martes, 3 de noviembre de 2009

Números


Llevo dos días seguidos quedándome dormido. Dos días seguidos sin oír el maldito (por siempre maldito) despertador. O no lo oigo, o no quiero oírlo.

A pesar de ello, llevo dos días seguidos levantándome a la misma hora: las 6:59 a.m.

Abro los ojos, miro el reloj, y pienso: las 6:59... me he dormido.

Si mañana, cuando abra los ojos, el maldito (por siempre y siempre maldito) despertador marca por tercera vez las 6:59, pensaré que es una señal, y empezaré a comerme la cabeza.

Hasta entonces no pienso darle vueltas al asunto. Después de todo, no son más que números.

Con la trilogía del Parque de Atracciones pensaba que iba a alcanzar las cifras que el malogrado Stieg Larsson ha alcanzado con su trilogía de Millenium. Pero no en ventas, en visitas. En visitas, y en comentarios. Millones de visitas, y millones de comentarios.

Pero no ha sido así. Más bien todo lo contrario: con la Trilogía del Parque las visitas y los comentarios han disminuido, lo que, siendo sincero, me ha desanimado como bloguero.

Pero bueno, seguiré con el blog. Después de todo, no son más que números.

Mucho me temo que el número de mascarillas que han tenido que utilizarse en los últimos días en los centros de salud ha desbordado las previsiones de Sanidad. Y, con seguridad, también sus presupuestos. Si la semana pasada en el hospital te daban una mascarilla 2.0 (semirígidas, con una placa metálica bajo la nariz que no sé para que demonios sirve, y una goma elástica de calidad, de las que no rompe ni la mayor de las cabezas) esta semana, en cambio, las mascarillas son versión principios del siglo pasado. O peores. Un trozó de papel, con dos débiles gomas elásticas que se enganchan a las orejas. Si no tienes orejas, te jodes.

Me pregunto a cuánto se está pagando el kilo de mascarillas, y quién cojones se estará forrando con este tema.

Pero bueno, seguiré tapando mi cara sin nocturnidad, ni alevosía. Después de todo, no son más que números.

Ayer debatía con mi amigo el Señor K. sobre esto de las redes sociales. Facebook supera ya los 300 millones de usuarios (ponlos en fila), pero ni él, ni yo, tenemos cuenta en Facebook. Ni en Facebook, ni en ningún otra red social. Para que negarlo... nos acojona.

Pero, a diferencia de mí, al Señor K. si le gusta darse una vuelta de vez en cuando por las redes sociales. "Navegar por ellas es como sentirte James Stewart en La ventana indiscreta, pero sustituyendo los prismáticos por el ordenador", me decía el Señor K.

Y es cierto, sólo que además de sustituir los prismáticos por el ordenador sustituyes también un puñado de ventanas de cristal por 300 millones de ventanas formadas por hasta 16,7 millones de colores.

A mí, personalmente, me acojona. Pero bueno, después de todo, no son más que números.





[Gracias al Señor K. por el enlace al vídeo]


jueves, 22 de octubre de 2009

Lost (3ª temporada, y última)


Como atracción el Reina de África era la leche; pero como barco, un timo.

De lunes a viernes dedicaba el día a prepararme para ser un buen marinero, y las noches a fumar en pipa, beber ron (con granizado de cola), hacer figuritas con trozos de madera y mi navaja suiza (regalo de la niña del exorcista en nuestro primer San Valentín... bueno, de la niña del exorcista, y de los siete demonios que la poseían), y a mear contra el viento sin que hubiese gota que me salpicase.

Los sábados salía con los muchachos, con el resto de la tripulación. Íbamos a La Casa Magnética, la mejor taberna de todo el Parque. Allí hice amistad con Tarzán, que trabajaba en la atracción de La Jungla. Un tío simpático, aunque un poco parco en palabras, sobre todo en verbos.

- Yo Tarzán, tú niño perdido.
- Que sí, que sí, tú Tarzán... págate otra ronda.

Tras nuestra ruptura la niña del Exorcista había empezado a salir con Tarzán, por despecho, porque sabía que los tíos cachas con taparrabos me tocaban los cojones, pero no duraron juntos ni una semana. La niña del Exorcista le dejó por un piloto de los coches de choque.

- Tarzán no poder hacer nada contra maromo de coches de choque. Yo llevar a niña del exorcista en liana, el llevar en deportivo. Eléctrico además, que no contamina. Qué cabrón - me decía mientras apuraba su séptimo segoviano
- Que sí, que sí, que no contamina... págate otra ronda.

No sé muy bien si era por el magnetismo de la casa, o por las ingentes cantidades de alcohol que bebíamos, pero siempre salíamos dando eses de aquella casa. Dando eses y cantando, que los dos éramos de los que se la pillaban cantarina. Aunque Tarzán solo se sabía una canción, que era una especie de grito paranoico.

- Joder, con la mierda el grito... apréndete el Clavelitos, coño - le decía yo.

Los domingos desembarcaba solo y daba un paseo por el Parque. En mi brazo dobladita con cuidado la chaqueta. Me gustaba terminar mi paseo en el laberinto de espejos, donde conocí a una niña que, como yo, se había perdido. Llevaba seis meses buscando la salida.

Sí, habéis acertado: surgió el amor.

Sí, también habéis acertado: la cosa no salió bien.

Joder, no era una niña: ¡eran miles! Nunca antes había visto caso tan grave de personalidad múltiple. Nunca antes, ni jamás después.

Temeroso de que detrás de esa niña mil veces fotocopiada hubiese mil suegras con mil escobas (y algún que otro trén) hice lo que un hombrecito amante de su soltería tiene que hacer en una situación como esa: salir por patas, y no volver nunca jamás al laberinto.

Temeroso, además, de que mi hígado reventase en mil pedazos decidí no volver a la Casa Magnética.

Temeroso, por último, de que los muchachos volviesen a meter en mi ausencia una serpiente en mi litera decidí no salir del barco.

Un día, cansado de hacer nudos marineros, de limpiar la cubierta, de sacar brillo a las coronas de barbotín, de mear contra el viento, bajé a la sala de máquinas, para ver que se cocía ahí dentro.

Y allí no si cocía nada ni nadie. No había ni calderas, ni motores, ni combustible, ni un triste jefe de máquinas. Me di cuenta que ese barco no iba a zarpar ni a empujones; de que estaría siempre amarrado a puerto; de que mi vida sería una eterna espera a levar anclas.

Seguí el consejo que el viejo capitán me dio una noche de nostalgia marina y abandoné el Reina de África en busca de un sueño mayor.

- Grumete, deberías conocer el Titanic. Eso si que es la polla marinera.

El resto de la historia, ya la conocéis.

O, al menos, ya la he contado.




jueves, 15 de octubre de 2009

Lost (2ª Temporada)


Vivir en el tren de la bruja no fue fácil; pero lo cierto es que, como experiencia para mis futuras relaciones de pareja, me vino de perlas.

La bruja me dio comida y techo a cambio de barrer su túnel. Todas las noches debía barrer cada centímetro cuadrado de aquel oscuro y tétrico tunel. Después, como la escoba que utilizaba para barrer era la misma que ella utilizaba para golpear a los clientes, debía limpiar la escoba. Con la lengua.

Cansado de vivir escupiendo pelusas decidí un día abandonar a la bruja, no sin antes llamarla hijaputa.

Yo, por aquel entonces, no sabía que significaba hijaputa; pero un día, en el cole, Paquito se lo dijo a la seño. Y ésta, tras darle un guantazo de los que hacen época, le castigo de cara a la pared el resto del día. Así que debía ser algo feo.

Me fui a vivir a las sillas voladoras. Dos semanas estuve viviendo en una exterior, con muy buenas vistas. Pero, creedme: vivir colgado de una silla dando vueltas no es muy agradable. Los mareos eran continuos, y nada podía cortarme los vómitos.

Desde entonces no soy capaz de caminar recto, y me paso la vida andando en círculos.

Entre que estaba pálido y ojeroso por culpa del dolor de barriga y el insomnio crónico, y que no paraba de vomitar, la niña del exorcista de la Casa del Terror se fijó en mí. Se enamoró perdidamente, y me llevó a vivir con ella a su cama.

Eramos la pareja perfecta. Un tándem único. Un binomio demoniáco. Entre sus "mira lo que hace la guarra de tu hija" y mis vómitos acaparamos todo el terror de la casa. La gente se pegaba por entrar a nuestro cuarto a vernos. También por salir de él, todo hay que decirlo.

Pero nuestra relación no tenía futuro. Probad a manteneros abrazado, románticamente abrazados, a vuestra chica en una cama que no para de elevarse, con una chica que no para de dar saltos, en un cuarto en el que no para de entrar gente. Imposible.

Y yo soy un romántico.

Con todo el dolor de mi corazón hice el petate, cogí mi parte de las ganancias (los japos no entendían ni papa del espectáculo, pero eran muy generosos con las propinas) y abandoné aquella casa del terror, y a aquella niña tan hermosamente poseída.

Ella se despidió de mí con un "eres un hijoputa". Y, como yo ya empezaba a entender lo que significaba esa fascinante palabra, me rompió el corazón.

Hice lo que un hombrecito con el corazón roto tiene que hacer en una situación como esa: beber para olvidar (granizado de cola fermentada, que pega que no veas), y hacerse a la mar con la esperanza de que la distancia sea el olvido.


[continuará]


jueves, 8 de octubre de 2009

Lost (1ª Temporada)


Recuerdo que una vez, de niño, me perdí en el Parque de Atracciones. Era la primera vez en mi vida que me perdía, aunque no la última. Si dijese lo contrario no sería un náufrago: sería un farsante.

Moría el primer lustro de los 70, o nacía el segundo, no recuerdo bien, y yo había ido a pasar el sábado al Parque de Atracciones en compañía de los que yo pensaba eran mis seres más queridos: mis padres, y mis hermanos.

Por aquel entonces yo de mayor no quería ser futbolista, como la mayoría de los niños. Yo quería ser Luis Ocaña, y vestirme de amarillo, a pesar de que no hay campo sin grillo, ni hortera sin amarillo.

Años más tarde, decidí dejar de querer ser Luis Ocaña para pasar a querer ser José Luis Laguía que, gracias a Dios, nunca ganó ese hortera maillot de lunares rojos que se enfundaba el rey de la montaña en el Tour de Francia. Lo suyo era el rojo de la montaña de la Vuelta a España. Cinco veces lo ganó, el tío machote. Y sin ruedines a los lados. El puto amo.

A lo que íbamos, que se me va el santo al Angliru.

A pesar de que, como ya he dicho, a mi me iban más los pedales que el balón, aquel nefasto sábado de verano del setenta y pico me quedé embobado con la que es posible que sea la atracción mas simple que ha existido nunca en el Parque de Atracciones: el penalty. Una portería enana, un portero gigante de madera moviéndose de un lado a otro, y un balón. El balón de tamaño estándar.

Ahí es nada. Alta tecnología al servicio del divertimento humano.

Así que allí estaba yo, viendo como los autoproclamados ante sus novias reyes del balón fallaban penalti tras penalti, cuando me percaté de que algo no iba bien: mi padre; mi madre; mis hermanos; mis seres, en difinitiva, por momentos un poco menos queridos, no estaban junto a mí. Ni a dos metros. Ni a diez.

No estaban.

Solo estaba yo.

Sólo.

Perdido.

Hice lo que un hombrecito tiene que hacer en una situación como esa: llorar como un cabrón.

Y funcionó. Una amable trabajadora del Parque se hizo cargo de mí.

"Se ha perdido un niño de..." ¿cuántos años dices que tienes, niño?

Diez, mentí.

Es que yo, además de Luis Ocaña, por aquel entonces quería ser mayor.

Sin ánimo de ofender, ¿no estás tú un poco enano para tu edad? "Se ha perdido un niño de diez años de edad que responde al nombre de Luis...", Luis me has dicho, ¿verdad?.

Si, Luis. Luis Ocaña.

"... que responde al nombre de Luis Ocaña. Viste maillot amarillo y es, además, el rey de la montaña", dijeron por megafonía.

Bueno, es posible que la última parte no la dijese aquella amable trabajadora del Parque y fuese yo el que la imaginase. Pero eso es lo de menos.

Tres meses estuve perdido en el parque de Atracciones. Alimentándome de palomitas de maíz y granizado de coca-cola.

Tres jodidos meses. Esperando. Con dolor de barriga, e insomnio crónico.

[continuará]



martes, 6 de octubre de 2009

Estrecheces


Me ha dicho el doctor que tengo los conductos auditivos muy estrechos. Como los de un niño.

- ¿Cómo los de un niño?

- Así es.

- ¿De qué edad?

- ¿Perdón?...

- Sí, como un niño, pero... ¿de qué edad, doctor?

- No sé... como los de un niño. ¿Qué importancia tiene la edad?

- Me gustaría saber en qué momento mis oídos decidieron que era mejor dejar de escuchar necedades.

- ¿Necedades?...

- Sí. Me gustaría saber en que momento de mi vida mis orejas dijeron basta.

- Sus orejas no son pequeñas. Son sus conductos auditivos.

- Da igual. Lo que importa es el interior. ¿No dice la gente siempre eso?

- Sí... supongo.

- No lo sabe, ¿verdad? No sabe por qué mis conductos auditivos son estrechos.

- Tal vez sus conductos auditivos no dejaron de crecer...

- No tiene ni puta idea.

- Tal vez lo que ha ocurrido es que en algún momento de su vida empezaron a menguar...

- No tienen ni puta idea. En temas de oídos no tienen ustedes ni puta idea.

- Le voy a recetar Trankimazin...

- ¿Para mi estrechez de oídos?...

- Sí... Eh... Sí.

- ¿Para mi estrechez de oídos me va ha recetar Trankimazin?...

- ¡Que sí, coño!... Tómese uno antes de dormir.

- Vale. Trankimazin... Por cierto, ¿quién cojones fue el necio que le puso ese nombre a un medicamento?...

- ...

- Trankimazin... tócate los huevos...

- Mejor tómese tres.

- ...

- Antes de las comidas.






[De Claudio, con cariño, para Elsa]


miércoles, 30 de septiembre de 2009

Recordatorio


Mañana, nada más levantarme, mear en un bote.

Mear en un bote es uno de esos pequeños placeres que te da la vida.

Es casi tan placentero como hacer barquillos directamente en el puchero.

Y voy a callarme, porque es miércoles.





[Podéis bajaros la discografía completa de
El Puchero del Hortelano desde su web]


jueves, 24 de septiembre de 2009

El génesis de los calzoncillos siniestros


Yo, soy diestro.

No, no quiero decir con esto que me gane la vida como se la ganaba Paquirri, del que tanto se habla estos días. Lo que quiero decir es que yo escribo con la mano derecha, y que lanzo y fallo los penaltis con la pierna derecha (con la izquierda también pero, además de fallarlos, le regalo al contrario un saque de banda imposible).

Resumiendo: que no soy zurdo. Soy diestro total.

Por eso, tal vez, por el hecho de no ser zurdo, puede que no llegue a entender (como podría llegar a entender Mariano, por ejemplo) la trascendencia de esta noticia: Una tienda británica estrena unos calzoncillos para zurdos.

Un producto innovador que ahorraría tiempo y malos ratos frente al inodoro, dice.

Los hombres zurdos finalmente podrán ir al baño de manera rápida y eficiente, al igual que colegas diestros, nos cuentan desde la tienda.

Ojiplático me quedo.

Que digo yo que, joder, cuando te estás meando como un descosido eso de ir al baño de manera rápida y eficiente pues como que tiene su importancia. Pero... ¿tan importante es esto de los calzoncillos para zurdos como para que Rob Faucherad, de la tienda Debenhams, que es la tienda en cuestión, diga que cambiar la abertura vertical a una horizontal puede ser un paso pequeño, pero es el avance que muchos estaban esperando?

Joder, Rob, que no eres el presidente de los Estados Unidos. Tienes una tienda de gayumbos, tío.

Por cierto, el chaval éste... ¿no es zurdo?

Me refiero a Obama.

Da igual, desde aquí, bajo el amparo de mi solidaridad con los zurdos, mi bendición a los calzoncillos para zurdos.

Pero, eso sí, ya que nos ponemos solidarios, espero que los de El País se apliquen el cuento y saquen también para diestros la colección de tazas con las portadas de los discos de los Beatles. Que yo siempre veo lo mismo, sea la taza que sea.


jueves, 17 de septiembre de 2009

Cactus Interruptus


A Gaspar Garrote su mujer le ha regalado un pequeño cactus. Dice que ha leído por ahí que si lo pone junto al monitor, el cactus chupará las radiaciones que éste emite, librándole de toda posibilidad de quedarse estéril o, lo que es peor, medio gilipollas. Y aunque a Gaspar Garrote lo que lea su mujer en las revistas que le pasa la imbécil de su hermana le parecen gilipolleces y, además, lo de quedarse estéril después de tener cuatro hijos se la trae floja, con todo lo de redundante que tiene que la esterilidad se la traiga floja, ha decidido, qué cojones, poner el cactus junto al monitor de la oficina. Por si acaso. Que lo de terminar medio gilipollas no tiene ni puta gracia.

Lo que Gaspar Garrote no sabe es que cuando abandona su puesto de trabajo, para ir a mear, a tomar café a la máquina, o simplemente a recrearse con el siempre visible escote de la secretaria, el cactus se dedica a visitar, desde su puesto y a escondidas, páginas de cactus en pelotas. Hay miles en la red, por cierto. De todos los gustos, colores, y púas.

Y claro, como los del departamento de redes, que todo lo monitorizan y todo lo ven, no saben tener la boca cerrada, que es que además todo lo cuentan los muy hijos de puta, ahora Gaspar Garrote se ha encontrado, de la noche a la mañana y sin saber por qué, con que la mitad de los compañeros le evitan, y la otra mitad se descojona de él a sus espaldas. Y él, pobre ignorante de las aficiones de su cactus, no entiende nada.

Aunque lo que le está quitando el sueño (y posiblemente esté dejando medio gilipollas) es que ese tío tan raro que trabaja en el Departamento de Riesgos le guiñe ahora el ojo con aire de complicidad cada vez que se cruzan.

Y es que, joder, todo el mundo sabe que ese tío es un puto enfermo.


lunes, 14 de septiembre de 2009

Leyendo books nah dem meer


Hoy, entrada interactiva, esperando la participación de los lectores.

Os pongo en situación:

Un hotel, en la costa, al sur de este país que vio nacer a Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, y al tío que escribe los prospectos de los medicamentos, entre otros. En una de las salas del hotel una librería, una pequeña librería con estantes, y un cartel que invita a los clientes, en inglés, castellano, y alemán, a dejar sus libros ya leídos para uso y disfrute de los demás clientes del hotel.

Aquí tenemos la balda de los libros en alemán.



Madre mía. La cantidad de alemanadas que tiene que haber ahí.

A continuación la balda con los libros en inglés.



Hay uno que se titula Beach Road. Muy propio.


Y por último el estante con los libros en perfecto español.



Ni el prospecto de las aspirinas, macho.

Yo no soy de los que piensan que una imagen vale más que mil palabras, pero si que una imagen tiene mil y una interpretaciones. Y, en el caso que nos ocupa, no todas tienen porque ser malas.

Alguien, por qué no, ante esta imagen interpretará que a escasos 200 metros del hotel habrá unos chiringuitos llenos de alemanes e ingleses poniéndose hasta arriba de sangría y paella, junto a una playa llena de españoles leyendo.

O, tal vez, interpretará que el español es un ávido lector de obras como Guerra y Paz, de libros de esos que no te terminas en una quincena ni leyendo 20 horas al día (incluyendo las 2 horas que te pasas sentado en el retrete por culpa de esa ensaladilla que te pusieron en el chiringuito).

O, qué cosas, interpretará que el español se ha dicho a si mismo "sí, y te dejo tambié el Marca en la cafetería del hotel, y papel higiénico en los baños de la planta baja, no te jode".

O, quién sabe, tal vez interpretará que al alemán no le queda más remedio que dejar, con lágrimas en los ojos, sus queridos libros en el hotel porque ha llenado el maletero de su flamante coche de chorizos, morcillas, lomos, jamones, gazpacho, y una paellera tamaño familiar que lleva de regalo para su cuñado y ya no queda sitio para nada más, al menos nada que no sea comestible.

O...

Lo dicho. Hay tantas interpretaciones. Tantas como, junto a una lagríma, granos de arena hay en la playa.

Seguro que tú también tienes la tuya.

No, tu lágrima no. Tu interpretación.


[ Las fotos son del mayor de los hermanos Añejo ]


jueves, 10 de septiembre de 2009

Vasos de plástico


Después de todo no somos más que vasos de plástico en una interminable fiesta de cumpleaños de un niño cabrón adicto a la cafeína de la Coca-Cola.

Frágiles vasos de plástico que no son capaces de mantenerse de pie si la Coca-Cola se vierte sin cuidado.

Tan sólo si el vaso ya está medio lleno el equilibrio es posible. Aunque lo mejor es tener cerca a alguien que te sujete mientras la Coca-Cola cae sobre ti con todo su terrible e inevitable peso. Alguién que te ayude a mantenerte de pie, y a asumir que no eres más que un vaso de plástico.

Un puto vaso de plástico desechable.




viernes, 4 de septiembre de 2009

Declaración pública


Tengo un pequeño vicio, y es el de pasar un ratillo viendo qué tipo de busquedas en google son las que traen a la gente a este blog. Me ha dicho el médico que si lo hago cada ocho horas, en las comidas, que no hay problema, que no crean adicción, ni hace daño al estómago. Dominga, en cambio, me ha dicho que eso no tiene que ser bueno para la salud. Y por otro lado, "El chori", el camello del barrio, me ha dicho que él me puede pasar búsquedas mucho mejores, que las primeras son gratis, y que luego ya sé donde encontrarle.

El caso es que no dejo de asombrarme con las búsquedas que hace la gente y que les termina llevando a mi blog. El clásico, el top búsquedas que llevan a Diario de un náufrago en una palangana, es "cuales son las tres leyes de Newton", seguido muy de cerca por "cuales son las tres leyes de niuton".

Es fascinante, de verdad.

Aunque hoy ha aparecido en la lista de procedencias una búsqueda que más que fascinado me ha dejado preocupado, por no decir acojonado. Es esta:

"Hacienda diario de un náufrago"

Yo, hasta el momento, no he pagado ni un puto duro a Hacienda por ser náufrago en una palangana. Desconozco si esta actividad está exenta de impuestos o no. No sé si tengo que rellenar cada semestre el impreso 13, el formulario 24, o el modelo 112. No tengo ni idea. Pero, claro, como el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, y en estos momentos de crisis el gobierno está intentando sacar dinero de debajo de las piedras, incluyendo la de los riñones, pues...

Acojonado me hayo.

Por si acaso quiero hacer público que con este blog el que suscribe (y paga además religiosamente sus impuestos) no está ganando, ni por activa ni por pasiva, un mísero duro.

Es más, hasta me estoy planteando no volver a poner más vídeos de youtube en el blog, no vaya a ser que alguno de los autores de los vídeos piense defraudar a Hacienda con los ingresos que estos le generen, y luego me acusen a mí de cómplice.

Lo que hago público en Madrid, a 4 de septiembre de 2009.

PD: En un principio no había pensado poner el logo de la Agencia Tributaria, por lo de los derechos de autor y todo eso, pero como, después de todo, Hacienda somos todos...

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Que llega el fresco

Cuenta la leyenda, o mejor dicho, contaba Luis Miguel Dominguín que después de beneficiarse por primera vez a la bella Ava Gardner, se levantó y comenzó a vestirse por los pies, que es por donde se visten los hombres.

¿Dónde vas?, le preguntó la Gardner desde la cama. Pues dónde voy a ir, criatura - dijo el torero mientras se subía la bragueta - a contárselo a los amigachos. (Es una traducción libre del original)

Con las vacaciones, o mejor dicho, con los viajes de las vacaciones, pasa tres cuartos de lo mismo: tanto monta, monta tanto, hacer el viaje como contárselo luego a los sufridos amigachos, compañeros de trabajo, familiares, o lectores de tu blog, sin ir más lejos.

Pero no temáis, queridos lectores, que no voy a inaugurar este nuevo curso blogodémico contando los viajes de aquel al que mi sobrina, si supiese hablar, llamaría "mi tío Matt, el viajero".

Pero eso no quita que no os ponga una foto de mis vacaciones.




Sí, lo sé, no es Ava Gardner pero... bonitas tetas, ¿verdad?



sábado, 27 de junio de 2009

El náufrago bicentenario


Con motivo de la celebración del segundo bicentenario de la independencia de los Estados Unidos de America a Isaac Asimov, que es clavado a mi colega el Increíble Chulk pero con patillas, le encargaron escribir un cuento a partir del título "El hombre bicentenario". Y Asimov escribió el cuento del robot que quería ser humano. Cuento del que luego un tal Chris Columbus, que lo mismo es pariente del tío que descubrio el continente donde se aloja el país ese que cumplía 200 años, hizo una película que a mí personalmente, y por culpa de Robin Williams, me pareció que duraba 250 años, 50 años menos que la de I.A., que se me hizo soporificamente eterna. Llegué a odiar al niño ese que, antes de ser un robot coñazo, veía muertos (aunque sólo fuese en ocasiones).

Hoy Diario de un náufrago en una palangana cumple 200 entradas o, lo que es lo mismo, 2 años, 6 meses, y 22 días; y espero que a mis lectores no les haya parecido que han pasado 2.622 años. A mí, que hoy por hoy me siento viejo y usado (que no utilizado), sí me lo parece.

Es el momento de tomarse unas vacaciones. Nos veremos de nuevo, Kubrick mediante, una vez pasados los días de canícula. Mientras tanto, podéis disfrutar de estos abrasadores días de perros observando esta foto de una fábrica de náufragos en construcción.





viernes, 12 de junio de 2009

La Clandestina abandona los pañales


No sé vosotros, pero yo cuando voy a las fiestas del barrio, de cualquier barrio, y me encuentro una caseta llena de banderas republicanas, con una pancarta que reza "Caseta Anticrisis" (con una estrella roja en el centro) y debajo, entrecomillado, el texto "La crisis que la paguen los ricos, no los trabajadores", y descubro que en la del PP los minis de cerveza están más baratos, pues como que me da por pensar que este país se está yendo a tomar por culo; y que, como le ha pasado a otros países que se han ido a tomar por culo antes que este, en este país sobran palabras, y faltan hechos.

Pero bueno, no hablemos de política en este blog.

Un comercial me dijo un día que un buen comercial es aquel que no habla nunca con los clientes ni de política, ni de fútbol, ni de religión. Recuerdo que el tío era socialista, del Betis, y católico.

Sí, efectivamente, era un mal comercial.

Hablemos de música, que es de lo que parece que va este blog en estos últimos posts antes de las vacaciones veraniegas.

Puede parecer imposible, pero me he dado cuenta que me encantan Los Imposibles.  Algunas de sus canciones en castellano suenan mucho a Brincos, que es el mejor grupo que ha dado este país. Después de los Pekenikes, claro.






Los Imposibles son del barrio de Malasaña, como la librería La Clandestina.

El sábado hay fiesta de cumpleaños en La Clandestina, esa pequeña librería  que tanto nos gusta a los blogueros (y que tanto nos mima, dicho sea de paso). La Clandestina cumple un año. Parece que fue ayer cuando abrió su puerta (sólo tiene una) pero no, ya ha pasado un año.

Desde Diario de un náufrago en una palangana queremos mandar nuestras más sinceras felicitaciones a los clandestinos policarbonados.

Felicidades, chicos. No dejéis tirados los pañales por ahí.



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sábado, 6 de junio de 2009

We need you for ukulele army


Son todo un ejercito. Youtube es su cuartel. El ukelele su armamento. Y, a pesar de que sus caras irradian paz interior y felicidad suprema (éxtasis en algunos casos), no te confíes: quieren conquistar el planeta.





Son buenos, pero que el rubiales esté jugando a la Gameboy mientras su
compañera se lo curra con el ukelele me parece una falta de respeto total.





A esto me refería yo con lo de paz interior en la cara.





Sí, parece muy dulce, pero cuando comience la batalla
sacará el soldado que hay en su interior.
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danielle ate the sandwich]





La brigada ligera de maniobras por el Norte de España.





Treinta días en el calabozo. Acaba de salir.





Este es de los cuerpos especiales. Marine, boina verde, o pañuelo azul... no sé.





Atenta la compañía, el General...

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