sábado, 20 de noviembre de 2010
Cuarto y mitad de york
Anoche, el Capitán Haddock se me apareció en sueños. Llevaba un pedo del quince, y preguntaba por un perro.
- ¿¡Dónde coño está el perro!?
- ¿Qué perro?, le pregunté yo.
- ¡El perro del menda este!
- ¿Qué menda?
- ¡El duncandú... o el rintintín... o su puta madre!
- ¿Tintín?
- Sí, ese. ¡Tintín! ¿Dónde cojones está el puto perro de Tintín?
- ¿Milú?
- ¡Joder, chaval, me estás tocando los cojones!
- Y tú no hablas como en los cómics. En los comics hubieses dicho "Mil millones de rayos y centellas, grumete, no me confundas".
- ¡Esto no es un cómic, es un puto sueño!
- Ya, pero es MI puto sueño, y en mis sueños el Capitan Haddock debería decir rayos, centellas, ectoplasma, prosófago, y cosas así.
- Vale chaval, lo que tu digas. ¿Has visto al perro, o no?
- No.
- ¡Pues entonces no me toques los cojones con palabros!
Y se fue, tal y como había venido: con un pedo del quince. Pero llevándose, además, la botella donde en este blog se dejan los comentarios. Una botella de vino Mariani, original de 1866.
- ¡Capitán, deje esa botella ahí, que está vacía!
- ¡Calla, coño, especie de... anacoluto!
Sí, ya sé que suena a locura febril, pero anoche el Capitan Haddock se me apareció en sueños. Y esta mañana un perro, un Fox Terrier con un bocadillo de pensamiento sobre la cabeza, me ha despertado a lametazos.
En el interior del bocadillo había cuarto y mitad de york.