jueves, 15 de abril de 2010

Sicarios


¿Cómo se llamaba? Todos le llamaban el cojo pero... ¿cómo demonios se llamaba? El muy hijoputa paró el disparo con la mano, ¿te acuerdas? Le apuntaste y el tío gritó Dios, o la Virgén, o me cago en la puta, no recuerdo, y puso la mano tapando el cañón. Joder, tío, le volaste la mano de un disparo a aquel hijoputa. Todavía lo estoy viendo. El tío se agarró el muñón con la otra mano y salió corriendo calle abajo. Cojeando. Dando alaridos. Cagándose en tu puta madre. Sí, tío. Si no le hubieses rematado en aquel portal ahora le llamarían el manco.


8 mensajes en la botella:

Anhónima dijo...

¡Hola!

Muy duro este cuento, me he quedado fría.
Me voy a la cama.
(Para desayunar quiero: café, tostadas…vale, vale; corto el rollo.)

Wen dijo...

Sin palabras me he quedado.... :O

Raúl dijo...

Muy bueno. Y hablando de escenitas, sé de uno que cogió al pollo y le fue estampando la cabeza por la pared de toda la calle. Sobrevivió, y eso fue lo peor. Es el único ''trabajo'' que no respeto, hay historias muy reales que hielan la sangre. Bueno, ese trabajo y el de banquero, que también... :P

Anónimo dijo...

Y debió de gastar otras tres o cuatro balas en rematarlo, porque el tipo por lo visto era correoso. Qué gente: con lo fácil que es dejar que te apunten bien y te liquiden de un solo tiro, pues no señor: siempre tiene que salir algún pesado poniendo pegas. O manos.

Odiseo de Saturnalia dijo...

Le remataría de lejos... estaba viendo que iba a meter otra vez un dedo en el cañon.

Irreverens dijo...

Pero, ¿cómo se llamaba?

Qué poca seriedad. Mira que no llevar un buen registro de la mercancía...

Carlos Añejo dijo...

Abriguese bien en la cama, Anhónima.

Busca, busca... que alguna tendrás por los bolsillos, Wen.

Bueno, esto no es más que ficción, Ariel.

La defensa del ahogado, paseante.

No. Es que se dejó la mira telescópia en el dormitorio, Odiseo, y por no despertar a su señora...

Lo llevan, lo llevan... pero sin nombres. Es una contabilidad B.

Trasto dijo...

Si es que basta que tenga uno una tara física o mental para que se ceben con ella y hasta el narrador se olvide del nombre que le pusieron a uno al nacer, ostitú.

El tuerto, el mocos, el cojo, el manco, el jorobado...

José María. Se llamaba José María...
Pero ahora le llaman el muerto.