lunes, 8 de noviembre de 2010
Bromas aparte (segunda parte)
López se quedó mirando la imagen en su monitor. Conocía aquella foto, la original, sin los pechos al aire, por supuesto. Había aparecido en un reportaje que algún dominical, no recordaba cuál, había hecho sobre la mujer del presidente. Ella aparecía sentada en su escritorio, ligeramente ladeada, con una mano mesándose los cabellos y la otra apoyada sobre el escritorio, encima de unos documentos. En el montaje los pechos descansaban también sobre el escritorio apuntando a la cámara. El terrorista informático había dejado su firma detrás de un marco a la derecha de la mujer: E.P., escrito a mano con el ratón. Detrás de la mujer, ligeramente por encima de ella, colgaba una foto del Rey. A la derecha de ésta brillaba una foto del presidente del gobierno. A su izquierda, una foto de la mujer. López capturó la imagen en pantalla y realizó una copia con su impresora.
En la parte inferior de la pantalla, bajo la mujer, una serie de botones se alineaban uno junto al otro ofreciendo distintas opciones al usuario. López seleccionó, con un rápido movimiento del ratón, la opción SALIR. Una sonora ventosidad salió de los altavoces del ordenador mientras la cara de la mujer del presidente se sonrojaba estúpidamente. López sonrió, cogió su taza de café vacía, y se dirigió hacia la cocina.
Mientras se preparaba un nuevo café, López buscó la revista en la que recordaba haber visto la foto de la mujer del presidente. La encontró en la terraza, bajo un bote de pintura y su reproducción en madera del viaducto de Madrid, recién pintada. No iba a tirar tres meses de trabajo por la ventana, así que retiró la maqueta con cuidado de no estropear la pintura y apartó el bote de la cubierta. Por suerte, la foto que buscaba no estaba en la portada; la encontró en la pagina veintidós y la arrancó con cuidado.
En la cocina el café todavía daba vueltas en el interior del microondas. Desde su habitación se podía oír el 'This is the end' de los Doors. López abrió la puerta del microondas y sacó el café. Del cigarro que había dejado en el cenicero no quedaba más que un largo esqueleto de ceniza sobre un mar de colillas. Se encendió uno nuevo y se fue hacia su habitación con la foto en una mano, el café en la otra, y su cigarro colgando de la comisura de los labios. Una vez sentado frente al ordenador, clavó las dos fotos en el panel de corcho que descansaba sobre la pared, detrás del monitor.
En la pantalla de su ordenador, que había dejado conectando con el Ministerio del Interior, el cursor parpadeaba incansablemente a la espera de la clave de acceso al sistema. López introdujo su clave y pidió acceso al nivel tres, máximo nivel del sistema. El Ordenador Central pidió confirmación de su clave y solicitó la clave de acceso restringido al nivel tres. Tras un rápido movimiento de sus dedos sobre el teclado el ordenador quedó a la espera de órdenes. López tenía ya acceso a cualquier información en poder del Estado, y tenía el presentimiento de que el terrorista informático estaba trabajando desde dentro, que era alguien de la casa; así que pidió información sobre los terminales que habían solicitado, desde Madrid, conexión con el Ordenador Central en las últimas cuatro horas.
Veinticuatro usuarios aparecieron uno tras otro en el monitor. López mandó imprimir el listado y lo observó detenidamente. La mayoría eran cuarteles, comisarías, y otros centros de seguridad; su jefe; García, un compañero de trabajo; él mismo; y ahí estaba, E.P., sin datos personales ni dirección, tan sólo la hora de acceso: las 3:06. Había burlado a todo un sistema informático nacional en poco más de una hora. Todo un experto. No sería fácil atraparle.
López pidió información al ordenador sobre E.P. El usuario registrado con esas iniciales había realizado la conexión desde un sistema privado, el ordenador de los Padres Saturninos de la calle Leganitos. Solicitó conexión, pero esta se cortó apenas dos segundos después de realizarse. Sin duda E.P. había protegido el sistema de los frailes para evitar cualquier intrusión. Había olvidado que Telefónica estaba en su poder. Antes de realizar cualquier intento debía recuperar Telefónica, quitar a E.P. su mejor arma. Tras encenderse un cigarro, el último del paquete, se puso manos a la obra.
Le llevó algo más de media hora conquistar el sistema de Telefónica, descontando eso sí, los diez minutos que tardó en encontrar el paquete de tabaco que guardaba para los momentos de emergencia, y el cuarto de hora que necesitó para defender su sistema de los continuos ataques que E.P. le había mandado: Cinco virus Gates; tres Vallecas; cuatro bombas Ray, del tipo ruso; y un programa destructor de discos duros desconocido para él. Este último había estado a punto de echar todo el trabajo a perder, pero había conseguido desviarlo en el último momento al ordenador de su vecina del tercero, la estudiante de derecho que llevaba nueve meses preparando su tesis doctoral por las noches. Ahora tres cosas estaban claras: que había perdido el factor sorpresa; que E.P. sabía quién era su perseguidor, y desde dónde conectaba; y que la vecina del tercero iba a tirarse un año más en la facultad.
Desde la radio una voz profunda anunció que eran las cinco en punto de la mañana, y dio paso a los informativos. La sintonía de Radio Rock envolvió la habitación con su solo de guitarra. López cargó sus mejores antivirus y programas de defensa, a sabiendas de que E.P. no iba a cesar de mandar ataques contra su terminal; y, mientras esperaba a que estos se distribuyesen estratégicamente en su sistema, se acomodó en su asiento y escuchó las noticias.
La huelga de los controladores del satélite de mantenimiento de la capa de ozono entraba en su noveno día. Sindicatos y gobierno no eran capaces de ponerse de acuerdo. Desde el Ministerio del Medio Ambiente se recomendaba utilizar para el día de mañana protectores solares de factor 96. López decidió que se quedaría en casa todo el día, por lo menos mientras el sol estuviese en lo alto, y trabajaría en su maqueta. No estaba dispuesto a soportar de nuevo las ampollas en la piel que le habían atormentado el primer día de huelga. En la sección 'Noticias del Mundo del Rock' el comentarista anunció la aparición del Anthology 16 de Nirvana, producido, como no, por la viuda de Cobain, digna heredera de la filosofía de la ya fallecida Yoko Ono.
Una vez protegido su sistema contra los continuos ataques de E.P., López decidió que era el momento de contraatacar, de acabar con esto de una vez por todas. Para ello solicitó de nuevo conexión con el ordenador de los Padres Saturninos. Esta vez la conexión fue totalmente correcta. Los frailes poseían un NINTENDO EXTREME. Un sistema múltiple, con procesadores CASIO 22, de computación directa y doble proceso. Lo último en tecnología informática. López se introdujo de lleno en el sistema de los religiosos.
Una chica a medio desnudar apareció en su pantalla. López sonrió. Sin duda algún hermano descarriado estaba utilizando el proceso principal de tan potente máquina para jugar al MStrip Poker. Y no lo hacia mal a juzgar por el número de chicas desnudas que compartían mesa con él. López cambió al proceso secundario. No estaba operativo aunque recibía una conexión. No hacía falta averiguar a quién pertenecía. E.P. se había construido un puente conectivo y desde el sistema de los frailes emitía sus ordenes. Legalmente eran los Padres Saturninos los que realizaban el delito. Rastreó la conexión hasta que una puerta de acceso le denegó el paso. ¡Ahí estaba E.P.! Tan sólo una clave de acceso le separaba de él, y una simple clave no pararía al hombre que había creado el programa destripador de claves más utilizado por el gobierno en los últimos cinco años.
[continuará]
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11 mensajes en la botella:
Me tienes en ascuas.
Esto se anima. Y ya veo que los reverendos padres saben entretenerse con los medios que la tecnología pone a su alcance (frase muy manida, pero que mola).
Lo que tienen estas historias es que al final el protagonista suele descubrir que el culpable es alguien con quien no contaba... ya veremos.
Ay jope, qué intriga :D
Hombre, pues algo "joputa" también es el López este, eh.
Me temo que he empatizado enormemente con "su vecina del tercero, la estudiante de derecho"... Si es que siempre pringa el más pringao, leches.
:P
Irre
¡Qué intriga!
De momento tengo varias conjeturas, a saber:
1ª López no ha sido.
2ª Las iniciales de E.P. no me han evocado ninguna pista.
3ª Los padres saturninos no son tan inocentes como se pintan... con eso de que su reino celestial es el único del sistema solar con anillos propios, están muy soberbios, se creen todopoderosos y tal vez, y digo sólo tal vez, alguien esté pensando en bajarles los humos.
4ª Los padres plutoninos, rebotados con todo el sistema desde que les bajaron la categoría de "planeta" a "cuerpo celestial fuera de la orbita natural", tal vez, y digo sólo tal vez, tengan algo que ver con ése pirateo informático...
5ª Podría seguir conjeturando y abriendo posibilidades, pero prefiero esperar a leer la 3º parte.
Lo dicho... que estoy esperando.
Besos
Pondré unas castañas sobre ti, Marisa, para asarlas.
El culpable es siempre el mayordomo, Paseante.
Intentaré curarte esa intriga dolorosa, Wen.
No estás siendo justa con López, Irre. No sabemos que tienen en su PC el resto de vecinos. Tal vez desviar el ataque al PC de la estudiante haya sido un mal menor.
Conjeturar es sano, Trasto. No dejes nunca de conjeturar. Besos.
¡Por la "Puerta de Tannhäuser"! Náufrago actualice usted que estoy que no duermo…
“I love you López lalalalala… I love you López…”
Según los nuevos estatutos del blog, Anhónima, no se actualizará hasta que no se llegue a los dos dígitos en los comentarios. ¿Será esta una obra inacabada?...
¡ López tío, pase lo que pase no friegues los cacharros!...
(¡Jaque! Mi querido Náufrago.)
Dos dígitos en hexadecimal.
(sacrificando a la dama para salir del jaque, mi querida Anhónima)
He estado recapacitando y... tiro mi rey.
Mañana, a las 7:45, el desenlace.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
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