viernes, 18 de enero de 2008

El Escritor (acto final).




Shrub era, sin lugar a dudas, el mayor coleccionista de arte y de tesoros de todos los tiempos. Además de ser el mayor gilipollas de la historia, en opinión de las mentes pensantes de la época. Y de las no tan pensantes también.

La Gioconda colgaba sobre el cabecero de su cama. El pequeño pedazo del Guernica de Picasso que, milagrosamente, había sobrevivido al gran incendio de Madrid del 21, en su despacho, entre la bandera americana que Armstrong y Aldrin pusieron en la Luna el día que el hombre fue capaz de ir más allá de donde jamás había soñado ir, y un telar hecho a mano por la princesa Diana de Gales. La restos del Arca de Noe se mojaban en los días de lluvia en su jardín, junto a la Venus de Milo, y a una sección de veinte metros del acueducto de Segovia (los veinte metros centrales); y los restos incorruptos de dos santos y una santa se incorrumpían en la capilla familiar, junto a la sábana santa, y a tres kilos de astillas de la Sagrada Cruz . Sentado en el retrete del baño de su dormitorio uno podía leer la auténtica declaración de independencia de los Estados Unidos de América. Tenía en su biblioteca la primera Biblia de Gutemberg, el manuscrito de El Quijote, y los cuadernos escolares de Stephen King, entre otros.

Y ahora tenía El Libro, El Gran Libro de Joseph Littlebitch, que Shrub se negaba a enseñar a nadie.

Lo guardo celosamente en mi caja fuerte. Sólo yo tengo acceso a él. Ni mi mujer ni mis hijos lo han visto. Nadie lo ha visto excepto yo. Es, por decirlo de alguna manera, “mi pequeño egoísmo”, había dicho en uno los programas de máxima audiencia de la televisión en la primera entrevista que hizo tras la subasta, seis meses después. Sólo diré que Littlebitch se quedó corto al definirlo. No es una de las tres mejores novelas de la literatura universal. Es, sin lugar a dudas, la mejor. Es… el Libro.

Pero lo cierto es que en sus palabras no había entusiasmo y, por otro lado, a todo el mundo le resultó extraño que a Shrub, que todo lo que tenía lo tenía porque nadie más lo podía tener, como una muestra de poder, no le mostrase triunfante, y con una soberbia sonrisa de niño rico, El Libro a la humanidad.

Y mientras Josepth Littlebich que había desaparecido del mapa. Desde la rueda de prensa nadie le había visto. Sus abogados se encargaron de todas las gestiones relativas a la venta de El Libro sin tener que mediar él, ni con él. Fue imposible localizarle. Era como si se le hubiese tragado la tierra, con un pan de mil doscientos millones de eurodólares bajo su pierna amputada.

Charles Older le lanzó desde su programa un mensaje. Te conozco mejor que la madre que te parió, cabronazo, y en esa caja no había ningún libro… dime, viejo amigo, ¿qué había dentro?.

La respuesta le llegó en forma de misiva. Pero Older no la hizo pública. No se preocupen, que cuando Littlebitch muera yo mismo me encargaré de decirle al mundo lo que había en esa caja. Lo escribiré en piedra, para que perdure por los tiempos de los tiempos, dijo.

Joseph Littlebitch murió el 15 de febrero de 2056, rodeado de rubias platino con la cabeza hueca y de hijos bastardos con la camiseta del Liverpool, en una pequeña y perdida isla del Pacífico que había comprado con parte del dinero de la subasta, y que el mismo había rebautizado con el nombre de Nueva Utopía. Se había pasado los últimos veinte años de su vida allí. Perdido como un náufrago. Apartado del mundo civilizado. Disfrutando de la vida. Siendo, en definitiva, feliz.

Fue enterrado en lo alto de la única colina que coronaba la isla de Nueva Utopía. Charles Older se encargó de transcribir en la lápida de su amigo lo que George W. Shrub se encontró, escrito en una pequeña y arrugada hoja de papel, dentro de la caja de Littlebitch.

Nunca antes nadie pagó tanto por una pierna. Ahora estamos en paz”.

Y ese es y será por los tiempos de los tiempos el epitafio de Joseph Littlebich, escritor, y el título con el que, desde entonces, se regala en las escuelas públicas su antología completa.


FIN

29 mensajes en la botella:

Carlos Añejo dijo...

A modo de postdata he decir que hay un final alternativo. Al ponerle el punto final a este texto me ha quedado una terrible sensación de repetición. El recurso del epitafio (rercurso fácil, por otro lado) ya lo he utilizado en otro relato, y no sé… me han entrado un sentimiento de culpabilidad incontrolable. Odio las repeticiones. Odio los finales. Odio los finales alternativos. Finalmente el final alternativo se ha quedado fuera, y larga vida al recurso del epitafio.

Anónimo dijo...

A modo de comentario y aún a riesgo de parecer repetitiva, corro el riesgo y comento.

¿Puedo asumir parte de ese sentimiento de culpabilidad incontrolable?
Así seguro que pesa menos...

Me ha encantado éste final.

Un gran final para un gran relato. Una antología digna de exibirse en todos los colegios públicos.

Bss

Anónimo dijo...

Y fíjate...

Littlebitch es ahora un poco Harold Crick.

Carlos Añejo dijo...

Los sentimientos de culpabilidad, como las penas, compartidos son menos sentimientos de culpabilidad. Gracias, Trasto.

Y, a diferencia de cierta autora con Harold Crick, yo no he matado a Littlebitch. Han sido las rubias, que le daban mucha caña, y los hijos, que le daban muchos disgustos.

Mariano Zurdo dijo...

Yo paso de asumir ninguna responsabilidad. Te jodes. El único responsable de este magnífico relato eres tú. De lo mejorcito que he leído en mi breve vida bloguera. Sí, ¡te declaro culpable!
Besitos/azos.

Irreverens dijo...

Pues no te sientas mal. Porque a mí me ha parecido estupendísimo todo.

Tienes talento, tío, tienes talento.
:)

Besazos.

Belén dijo...

A mi también, y eso si es repetición macho... Me ha gustado mucho, como a los demás... así que tío... como dice Mariano, te jodes, es tu problema :)

Besos artista!

wen- dijo...

Jo, que final mas estupendo....
No se como algo tan breve puede ser tan genial...
Me ha gustado muchísimo.
Ah, por mi siéntete culpable, por esto no, pero seguro que algo habrá por ahí..... XD

Mújol dijo...

Me gustaría saber (bien de forma pública o privada, como quieras) si has enviando algo a estos dos (a Mariano y Clandestino). Ojalá puedan contar con algo tuyo.

Anónimo dijo...

Recuperadas las dosis prescritas de paciencias, mi estómago ya se encuentra mejor.
...continuará...

Anónimo dijo...

¿¡¡Los cuadernos escolares de Stephen King!!?
Hmmmmmmm...
...continuará...

Anónimo dijo...

Fantástico, genial, ¡sublime!
Terminada su lectura, yo también odio los finales alternativos. Este es buenísimo.
Fin.

Irreverens dijo...

Es que lo releo y flipo con tu inventiva... De verdad de la buena.
:))

Qué grande.

Carlos Añejo dijo...

Mariano, veo que te has erigido como juez y jurado. Espero que el papel de verdugo se lo den a otro porque a tí la caperuza te queda como el culo. Pero gracias.

Irre... ¿el talento no era una moneda?. Si es así no tengo. Y si no tampoco. Pero gracias.

Belén, artista es el que hace arte. Pero gracias.

Wen... te levanto tu sanción. Pero gracias.

Mújol... sí, algo tienen. De hecho, si no recuerdo mal, tienen uno que termina con un epitafio. Y no es este. Pero gracias.

Pati(o), cuidate ese estómago, que sólo tenemos uno y llega Stephen King y te lo jode con los nervios. Pero gracias.

Irre, ¿pero hay verdad de la mala?. Pero grullo.

Paloma dijo...

Excelente. Me recordó un libro de un periodista gringo que relataba la historia de un indigente que había recopilado los secretos de la vida en un libro que jamás quiso publicar. Tenía a todo el mundo pendiente y se ganaba la comida de todos los días gracias a ese misterio. Al final del día, el libro estaba en blanco y el supuesto escritor se había ganado la vida inventando historias (un oficio bien común).

Felicidades por el texto, un agrado leerlo.

Irreverens dijo...

No seas tan modesto, hombre.
Eso no lo escribe cualquiera. No señor.

Y si no te gusta que te lo digamos, te jodes. Y si no, no haberlo escrito.
Anda.

estilografic.blog dijo...

¡Qué putada!, ¡qué putada!, ¡qué putada! Acabo de leer los comentarios e imagino, en consecuencia, que el relato termina tan bien o mejor de lo que empezó.

Y yo, triste de mi, sin poder leerlo, pues suicidado me hallo.

Por partida doble.

estilografic.blog dijo...

Acabo de coincidir en el más acá (más allá para vosotros) con un tal Joseph Littlebitch, y me lo ha contado todo.

¡Genial!

wen- dijo...

Sabía yo que estilografic iba a ser el primero en quitarse la vida... XDD
Yo reconozco que anoche a las 12:00 cuando miré y vi que no estaba estuve tentada de hacerlo tb, pero estaba taaan cansadaaaa y recién duchada que lo dejé para hoy... pero no ha hecho falta al final!!
Al final no se produjo la ola de suicidios en masa en extrañas circunstancias ...

Carlos Añejo dijo...

Si es que, en el fondo, está todo escrito. Sólo cambian las formas. Paloma, gracias por tu primera visita y me alegra que te haya agradado.

Jajaja... venga, Irre, vale...me jodo. Muchas gracias.

Estilo, dile a Littlebitch que me debe 50 euros, que no se me olvida. Y deja de suicidarte en mi blog, joder, que la policía ya está empezando a sospechar de mí.

Irreverens dijo...

Así me gusta. Que te rías.
:-))

Anónimo dijo...

Jajajaja
Con la emoción de llegar al final me había perdido los detalles y no le había echao cuenta al nombre del presentador...

Charles Older
¡Que grande eres, tío!

:-D Besos :-D

Anónimo dijo...

Quise decir lumber...

¡Dita sea la prisa!

Anónimo dijo...

¿Se admiten peticiones del leyente??...¿sí?...¿no?...bueno yo por si acaso, pido...¿podría usted poner, sin prisas, cuando quiera, cuando le pete, vamos cuando le venga en gana, ese final alternativo??...Que sí, que éste me ha gustado mucho, pero ya me ha dejado comiéndome las uñas (y no las de los pieses)con la otra posibilidad.
Decir lo bueno que eres (escribiendo, que quede claro), sería tripitir o cuatripitir...así que no lo digo pero como si lo hubiera dicho.¿Oqui??
Kisses y eso.
PD: Dos cositas...Una...te ha escocido lo del "niño" con el Liverpool?...me ha parecido, vaya...por lo de los hijos bastardos :-)) Dos...dices que "me siento culpable"...pues no te sientes, joé, quédate de pie.
hala!!...ya me callo, ya...
:-P
Espera, no me callo todavía. Creo que en mi vida había hecho un comentario tan largo. ¡Lo siento! (¿o lo dejo de pie??). Ahora sí. Finito. Kaput. The End.

Anónimo dijo...

Joder, naúfrago, mira que eres genio. Veo claro que en esa palangana con "c" como dirían algunos te ha despertado tus mejores y perores instintos de novelista premiado con el oro en las olimpiadas de las letras.

¡vaya parrafada que te he puesto!
Mañana me vuelvo a leer los tres capítulos de un trago, dije ¿leer?

bueno corto el rollo,

Anónimo dijo...

Como referente al relato ya todos se me han adelantado, diciendo lo mismo que yo te diría, y yo no quiero que me llames pesada, te haré un comentario comentando tu cuarto comentario (quiero hablar en serio y suena a broma). Dice Augusto Monterroso en el tercer punto de su decálogo del escritor: En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito".
Yo estoy convencida de que así es, y tú deberías aplicarte el cuento y dejar de decir bobadas.

Carlos Añejo dijo...

Trasto, es todo un detalle por tu parte que te des cuenta de los detalles por mi parte.

Crazy, me lo pienso, ¿vale?. No me ha escocido lo del niño, de hecho, me alegra que le vaya bien en el extranjero.

Rita, ¿calangana?... ¿pacangana?... ¿palancana?... ¿palangaca?... Gracias por tu rollo.

Vitru... Monterroso escribió un decálogo con 12 mandamientos dando así la posibilidad de rechazar dos, al gusto. Yo hoy me voy a permitir el lujo de rechazar el tercero. Otro día ya veremos cual rechazo.

Anónimo dijo...

Tienes razón. Yo tenía la idea de que los dos que eran opcionales eran los dos últimos. Fíjate tú, que al final va a ser cierto lo de ......"Nunca te acostarás, sin saber una cosa más"

Kim dijo...

Grande el naúfrago éste, coño.
A mí me gustan los relatos que acaban con un epitafio. Serías capaz de escribir una serie de relatos que acabaran todos así? con un epitafio?
Perdón por el retraso.